lunes, 9 de febrero de 2015

El Mundo:el enigma de las últimas palabras de Alejandro Magno que destruyó su imperio


Alejandro III de Macedonia murió joven, pero vivió deprisa. En solo 13 años de campañas militares, levantó uno de los mayores imperios en la historia de la humanidad: afianzó su poder en Grecia, conquistó el imperio Persa y se hizo con un dominio que se extendía por Egipto, Anatolia, Oriente Próximo, Asia Central y se detenía a las puertas de la India. Y paraba ahí no por falta de ganas, sino de aliento y de recursos. En su afán por avanzar más allá de lo que los generales de su padre Filipo II –quienes se encargaron de suplir su inexperiencia militar– hubieran jamás previsto, Alejandro descuidó garantizar la continuidad de su imperio cuando él falleciera. Pese a que solía exponer su vida en el combate con frecuencia, y que sus enemigos crecían a su espalda, se estimaba todavía demasiado joven como para pensar en su sucesión. Su inesperada muerte, un mes antes de cumplir los 33 años, y las consecuencias que ésta desencadenó le iban a demostrar que nunca se es lo bastante joven para nada. Ni para conquistar imperios, ni para blindar tu testamento cuando tienes tanto que perder.

La mayor parte de las lecciones en la vida de Alejandro de Macedonia, que fundó 70 ciudades (50 con su nombre) en su viaje a las profundidades de Asia, las tuvo que aprender sobre la marcha. Educado por Aristóteles para pensar como un griego pero luchar como un «bárbaro», Alejandro recibió responsabilidades políticas desde su adolescencia. En 340 a. C, su padre lo asoció a tareas de gobierno nombrándolo regente y, dos años después, en 338 a. C. le puso al frente de la caballería macedónica en la batalla de Queronea, siendo nombrado gobernador de Tracia ese mismo año. A los 20 años vio cómo su padre, Filipo II de Macedonia, era asesinado por uno de sus guardias personales cuando ultimaba los preparativos de una campaña contra el Imperio Persa. Acaso fue esa la lección que no quiso aprender de la experiencia de su padre: atar los asuntos antes de fallecer.

¿Sospechosos de planificar la muerte de Filipo II? El Rey Persa, los atenienses, los nobles macedonios, Olimpia –madre de Alejandro– e incluso el propio Alejandro. Ni siquiera hoy en día los historiadores han dado con una respuesta definitiva, lo único concluyente es que Alejandro Magno y su madre Olimpia fueron los principales beneficiados de su fallecimiento. Recientemente, su posición en la corte se había visto comprometida por el matrimonio de Filipo con la hija de un noble macedonio. La inmediata sucesión real colocó al hijo de Olimpia en el trono y a sus enemigos políticos les condenó a correr la suerte del Rey: la segunda mujer de Filipo, el hijo pequeño de ambos y el padre de la esposa fueron fulminantemente asesinados

más célebre Rey de Macedonia completó el sueño inacabado de su padre y, quizá, lo arrastró más lejos de lo que éste hubiera imaginado. Para ello se valió de los viejos generales de padre, responsables de que Macedonia fuera la principal fuerza militar de Grecia. Entre ellos destacaba Antípatro, que fue designado por Alejandro para custodiar Grecia en su ausencia; Éumenes de Cardia, secretario de Filipo II y hombre de confianza de Alejandro; Parmenión, el principal general durante las grandes batallas contra el Imperio persa; y Clito el Negro, que también estuvo presente en las primeras fases de la campaña.

Por su parte, Alejandro se hizo acompañar de hombres de confianza de su misma generación. Así destacaron por su importancia en las fechas próximas al fallecimiento del gran conquistador: Hefestión, amigo de la infancia de Alejandro; Crátero, el que más veló por la familia del conquistador a su muerte; Ptolomeo, fundador de la dinastía que reinó en Egipto hasta la llegada de los romanos; Seleuco, el fundador del Imperio Selucida, Pérdica, comandante de la caballería macedonia; y Lisímaco.

La extraña muerte del candidato perfecto
Llevada al límite la expansión de su imperio, el ejército de Alejandro regresó de su inacabada incursión en la India para poner en orden los asuntos del imperio en torno al año 326 a. C. Tras enterarse de que muchos de sus sátrapas y delegados militares habían abusado de sus poderes en su ausencia, Alejandro ejecutó a varios de ellos. Fue entonces, con estas demoras, cuando entre las filas macedonias empezó a extenderse el temor a que el joven conquistador no tuviera la menor intención de regresar a Europa, incumpliendo sus recientes promesas. El general macedonio creyó que pagando los salarios que se adeudaba a sus soldados y enviando a los más veteranos de vuelta a Macedonia bajo el mando de Crátero bastaría para rebajar el clima de tensión y desconfianza. Sin embargo, las tropas interpretaron estas decisiones como un desagravio y se amotinaron en la ciudad de Opis.

Se quejaban los soldados de que Alejandro hubiera adoptado las costumbres y forma de vestir de los persas, así como de la introducción de oficiales y soldados persas en las unidades macedonias. El motín terminó con la ejecución de los cabecillas del motín, pero con un perdón general a las tropas.
En este contexto de desconfianza, al acercarse el otoño de 324 a. C. Alejandro y sus generales se acuartelaron en la ciudad de Ecbatana para pasar el invierno. El hombre más cercano al macedonio y con el que incluso se le ha vinculado sexualmente, Hefestión, enfermó durante los juegos que se celebraron en la corte y murió una semana después. Según relatan las crónicas de su viaja, Alejandro se volvió loco de dolor, se hizo afeitar la cabeza, canceló todos los festejos y, bajo el relato del historiador Arriano de Nicomedia, crucificó al médico que había atendido a Hefestión.

Rápidamente, Alejandro partió para Babilonia con el cadáver de su amigo, donde celebró fabulosos juegos funerales en su recuerdo y preparó un gran mausoleo. Por supuesto, el envenenamiento está entre las opciones más posibles, puesto que la corte macedonia había demostrado (y lo seguiría haciendo) la facilidad de recurrir a la muerte de los rivales políticos. No en vano, estudios posteriores, sin ser capaz de descartar la intervención de algún veneno, se inclinan a fue víctima de una fiebre tifoidea.

Alejandro perdía así a su aliado más fiable, quizás el único de sus generales con la personalidad y arrojo requeridos para continuar su legado, y no hacia mucho había extraviado a otro de los grandes pilares de sus conquistas: Parmenión, el veterano general heredado de tiempos de su padre. Después de descubrir que Filotas, hijo de Parmenión, estaba implicado en una conspiración para acabar con su vida, Alejandro ordenó su ejecución. Y aunque Parmenión no estaba enterado de los planes de su hijo, fue también asesinado en el año 330 a.C siguiendo la regla no escrita de matar a todos los parientes varones del culpable. Ciertamente, es probable que solo eliminando al veterano general, que había perdido a su primogénito y único hijo vivo (pues los otros dos habían perecido), podía evitar las represarías de un hombre que controlaba la retaguardia de los ejércitos macedonios.

Sin el consejo de su general más veterano y todavía colérico por la muerte de su amigo Hefestión, Alejandro cayó enfermo el 2 de junio del 323 a. C. durante un banquete en el palacio de Nabucodonosor II de Babilonia. Tras una noche de borrachera, en la que bebió grandes cantidades de vino, la salud del emperador se deterioró en pocos días. Durante casi dos semanas, Alejandro padeció fiebre alta, escalofríos y cansancio generalizado, unido a un fuerte dolor abdominal, náuseas y vómitos. El 13 de junio, cuando le faltaba poco más de un mes para cumplir los 33 años de edad, falleció el dueño de medio planeta sin dejar un heredero.

El enigma: «Al más fuerte» o «A Crátero»
Alejandro no dejó instrucciones escritas sobre su sucesión y, aunque lo hubiera hecho, el poder quedó tan fragmentado entre sus generales que hubiera sido imposible cumplir su voluntad póstuma. Así y todo, las últimas palabras del general a los hombres que se congregaban en su lecho de muerte, entre ellos Pérdica –comandante de la caballería macedonia–, pudieron haber arrojado legitimidad a su sucesor. «¿Cuál es tu testamento? ¿A quién se lo dejas?», a lo que respondió según proclamaron los presentes: «Al más fuerte». Los investigadores, sin embargo, se detienen en que la palabra «Krat'eroi» («al más fuerte») guarda gran similitud con «Krater'oi» («a Crátero»). Esto es posible porque la pronunciación griega difiere sólo por la posición de la sílaba acentuada.

Así, la mayoría de los historiadores afirman que si Alejandro hubiera tenido la intención de elegir a uno de sus generales sin lugar a dudas hubiera elegido a Crátero porque era el comandante de la parte más grande e influyente del ejército, la infantería, porque había demostrado ser un excelente estratega, y porque siempre fue el más cercano al general, solo superado por el ya fallecido Hefestión.

Sin embargo, Crátero no estaba presente en el lecho de muerte y no guardaba ambiciones de ocupar el puesto de Alejandro. No así el resto de generales que, en las siguientes décadas, se repartieron los territorios del imperio en la llamada Guerra de los Diádocos (o los Sucesores). Y aunque Seleuco fue el que más cerca estuvo de conseguirlo, ninguno fue capaz de unir todas las piezas conquistadas por Alejandro. Por el contrario, tres dinastías se perpetuaron en los restos del Imperio macedonio: la fundada por Tolomeo en Egipto, la que estableció Antígono y su hijo en Grecia, y la que Seleuco sembró en el corazón de Asia hasta su destrucción por los romanos siglos después.

La mayoría de los generales de Alejandro perecieron durante el conflicto, entre ellos Crátero en una batalla contra Éumenes (el antiguo secretario de Filipo II en Asia Menor), y muchos de los territorios conquistados se perdieron. Pero si hubo un grupo especialmente perjudicado por la ambigüedad de las palabras del conquistador macedonio ese fue el que formaba su familia. El primer damnificado fue el único hermano vivo del macedonio. Filipo Arrideo era hijo ilegítimo de Filipo II de Macedonia y de una bailarina de Tesalia. Su hermano no le había asesinado como era costumbre (para reducir las intrigas palaciegas) porque tenía mermadas sus capacidades mentales y se le consideraba una reencarnación de la diosa Gaia. En el 317 a. C., el Rey Filipo III Arrideo y su esposa Eurídice fueron mandados asesinar por Olimpia de Epiro.

La madre de Alejandro Magno, que a su vez sería asesinada por influencia de Casandro –el hijo de Antípatro–, buscaba con la muerte de su hijastro despejar el camino al único hijo legítimo del conquistador. Alejandro había muerto sin saber que su esposa Roxana estaba embarazada de un varón, Alejandro IV, cuya tutela fue disputada encarnizadamente por los sucesores. Pese a todos los esfuerzos, Casandro preparó su muerte y el de su madre en 309 a. C. El otro hijo del conquistador, Heracles, resultado de su relación extramatrimonial con Barsine –hija del sátrapa Artabazo II de Frigia– también fue liquidado a manos de un diádoco antes de que alcanzara la mayoría de edad.

¿De qué murió Alejandro Magno?
Pese a que sus síntomas podrían encajar con los producidos por la malaria, la fiebre tifoidea o el virus del Nilo, una vez más en Macedonia el principal sospechoso de su muerte fue el uso de algún veneno. Según la tradición antigua, Casandro, hijo de Antípatro, el general de Filipo II que se había quedado de regente en Grecia, transportó el veneno a Babilonia con una mula, y el copero real de Alejandro, Yolas, hermano de Casandro, se lo administró. Las sustancias mortales que habrían matado a Alejandro en una o más dosis incluyen el heléboro y la estricnina. Frente a estas teorías, la crítica de los historiadores modernos es que pasaron 12 días entre el comienzo de la enfermedad y su muerte, sin que en el mundo antiguo se conocieran venenos que tuvieran efectos de tan larga duración.

Recientemente, un nuevo estudio del Centro Nacional de Venenos de Nueva Zelanda, publicado en la revista Clinical Toxicology, apunta una sustancia tóxica que encajaría en la muerte de Alejandro. El Veratrum album, más conocido como ballestera o eléboro blanco, es una planta de las familias de las liliáceas que crece en el centro y sur de Europa. Se sabe que los griegos conocían las propiedades de la planta y la usaban como tratamiento para inducir el vómito, pero también era capaz de provocar una muerte lenta y dolorosa en grandes cantidades.