viernes, 20 de febrero de 2015

Los gladiadores:Mitos eróticos de la antigua Roma


Un aspecto muy ignorado pero que resulta de lo más chocante y que ilustra muy bien el carácter de la civilización romana es el de la mitificación erótica de sus grandes figuras “deportivas”. Los conductores de carros, los aurigas, podían llegar a ser estrellas populares con más dinero que el que tenían los propios senadores pero había más. Sus físicos bien cuidados y sus victorias les traían una fama y un encanto que les convertían en auténticos iconos sexuales, al igual que sus compañeros gladiadores –como se refleja en la reciente producción “Espartaco: sangre y arena”-.

Estos últimos, siempre en buena forma física y cubiertos de sangre y sudor, eran un poderoso reclamo para las mujeres, que no dudaban en conceder sus favores a personas que en muchos casos eran esclavos, la condición jurídica más baja concebida por los latinos. Las damas romanas más pudientes podían acudir a las escuelas de los lanistas para, previo pago, disfrutar de las habilidades físicas de los gladiadores. Y es que acudir a los espectáculos era algo excitante en todos los sentidos. Hasta el término “fornicación” proviene de “fornix” o arco, bajo los cuales se solían encontrar prostitutos y prostitutas a la salida del teatro, la arena o el circo y que aprovechaban lo “acalorados” que salían los espectadores como nos recuerda Ovidio en su “Arte de amar”.

Tampoco pasan desapercibidos, para el estudioso de la Antigüedad, los turistas y hasta los curiosos, las copiosas representaciones de penes erectos –en ocasiones alados- que se encuentran en Roma, Pompeya y algunas otras ciudades romanas. La ostentación del órgano masculino “en toda su gloria” tenía varios usos: como señalización –de una casa de citas, por ejemplo- o como símbolo de prosperidad y protección, encontrándose en las entradas de algunas viviendas. La condición itifálica de proporciones desmedidas también era la enseña dePríapo, personaje mitológico que, como una especie de espíritu protector, guardaba las granjas sodomizando a los que se aventuraban a asaltarlas de noche.

Fuente:Un surco en la sombra.