miércoles, 8 de abril de 2015

El anfiteatro que querían llevar a la Chantría


Han pasado más de veinte años y permanece en la oscuridad. Se trata de los primeros vestigios que se descubrieron del gran anfiteatro romano que se esconde bajo el suelo de Cascalerías. Hallados en 1994 en el número 3 de la citada calle, siguen en manos del propietario del solar después de que ninguna institución haya hecho nada por llegar a un acuerdo que ‘devuelva’ la cripta a los ciudadanos. Sin embargo, el enclave forma parte del estudio que la Junta de Castilla y León realizó para el proyecto de la ruta del León Romano. Este periódico intentó ayer en vano ponerse en contacto con el constructor del edificio que se levantó sobre los restos, Marcial Carrizo.

Y es que todos los acontecimientos que tuvieron lugar desde el hallazgo de este ‘rincón’ del anfiteatro romano es digno de un vodevil. Sin ir más lejos, cabe subrayar que la ausencia de un acuerdo entre el Ayuntamiento y los propietarios, que solicitaban una indemnización de 120 millones de pesetas a cambio de conservar los vestigios, llevó a la por entonces concejala de Urbanismo, Elena Bustillo, a plantear la posibilidad de trasladar los restos a la Chantría. Esta posibilidad estuvo a punto de ser una realidad, ya que la propia Comisión de Patrimonio de la Junta aparcó la idea del sótano arqueológico y dio el visto bueno provisional al traslado. El por entonces alcalde, Juan Morano, aseguraba que el traslado no supondría ningún «perjuicio para los restos» y precisaba que se instalarían en un parque en las inmediaciones de El Corte Inglés.

Fue la denuncia del concejal leonesista José María Rodríguez de Francisco la que paralizó la idea. El edil denunciaba que tras la operación se escondía la relación familiar de los propietarios del solar —Vicente Arias y María Acensión Pérez Barthe— con el concejal delegado de Hacienda, Gabriel Ángel Barthe, relación que habría sido silenciada por el equipo de gobierno. Finalmente, se decidió que los restos serían conservados en un sótano arqueológico al tiempo que se daba carpetazo a la posibilidad de dar una compensación económica al propietario. Desde entonces, el sótano que cobija los vestigios de gran parte del anfiteatro —los restos descubiertos entonces tenían unas dimensiones de treinta metros— continúan en la oscuridad, cerrados a la curiosidad de los visitantes y los leoneses, sin que ninguna institución aporte una solución al problema.