sábado, 4 de abril de 2015

Noticia IDEAL:En el nombre de Anubis


Los antiguos egipcios se explicaban el mundo real y el más allá a través de los animales. Su peculiar e intensa relación con todo tipo de especies les llevó a sacralizar a muchas de ellas, con las que compartían tanto la vida cotidiana como la espiritual, la política y la artística. Del escarabajo a la cobra, del gato al halcón, del buey al ibis, del babuino a la cabra, del cocodrilo al chacal, cada especie -más de 60- regía o daba sentido una parte de la vida, la creatividad y espiritualidad de los egipcios.

No fueron simples zoólatras, tal y como pretendió ridiculizarlos Clemente de Alejandría. Compartían vida y espíritu con el chacal, el dios Anubis, el señor de la muerte. Con la alegre y hogareña diosa Bastet, la gata protectora de niños y embarazadas; con Sejmet, la leona iracunda y poderosa; con Apis, el toro, dios solar de la fertilidad; con Tot, el sabio babuino, y con el halcón, el poderoso Horus, feroz y orgulloso dios del aire y la tierra y padre de la civilización.

Todos están representados con su peculiar poder simbólico en infinidad de formas en los más de cuatrocientos objetos sagrados o comunes que reúne la muestra 'Animales y faraones. El reino animal en el antiguo Egipto'. Explica la compleja simbiosis entre humanos y animales a través de 430 piezas, procedentes en su mayoría de la colección del Louvre, y que estarán en CaixaForum Madrid hasta finales de agosto. Ente ellas los «escandalosos» y espectaculares babuinos de Luxor que el museo cede por primera vez.

«Para los egipcios no había jerarquías entre el reino animal, vegetal y mineral. Todos fueron creados al tiempo y con idéntico nivel y en equilibrio cósmico, de modo que la relación de los egipcios con los animales no es de dominación ni de adoración» explica Hélène Guichard, comisaria de la exposición y responsable de las colecciones egipcias del museo del Louvre.
Los animales, reales o representados, salvajes o domesticados, son omnipresentes y a veces intermediarios ente el mundo del sol y el de la tiniebla. «Los antiguos egipcios se apropiaron intelectualmente de sus imágenes simbólicas, ya fuera como pilar del pensamiento religioso o político, o como fuente de inspiración» explica la experta. «Esta apropiación propició una producción artística de una riqueza y variedad excepcionales» resume.

En sus nueve ámbitos, la exposición muestra estos vínculos extraordinarios entre los animales y unos egipcios que los toman por compañeros, como medio de transporte, representación de los dioses, heterogénea e inagotable fuente de inspiración o de alimento. La imagen de unos animales «observados, cazados, temidos, admirados, momificados y sacralizados» que se hace constante tanto en la vida cotidiana, en el mas acá, como en los ritos funerarios, religiosos y civiles.

Entre las 430 obras expuestas hay esculturas, estatuas y figuras, estelas y relieves, cerámica, papiros, acuarelas y pinturas murales, cofres, amuletos y joyas, ataúdes, sarcófagos y una gran diversidad de objetos cotidianos.

La pieza estelar es el conjunto de cuatro babuinos de la base del obelisco oriental del templo de Luxor. Con sus seis toneladas de granito rosa de Asuán, estuvo en la plaza de la Concordia de París junto al obelisco de Luxor hasta 1836, cuando la pacata sociedad de la época reclamó su reclusión en el museo. Y es que los sabios y procaces babuinos, tallados hace más de 4.000 años, exponen con descaro sus genitales al sol al que veneran y saludan con los brazos en alto.

Como muchas de las piezas expuestas, nunca había abandonado París desde su llegada allí en el XVIII, junto al obelisco que representa el primer rayo de sol «el de la creación del mundo». Ha habido que reforzar el suelo de la sala que los acoge «en un gran alarde de ingeniería».

Autopsias virtuales

Hasta 260 de las piezas se han restaurado para la ocasión, entre ellas las 14 momias de animales a las que se ha realizado detalladas tomografías computarizadas para obtener la máxima información. Unos TAC que son autopsias virtuales que demuestran como los egipcios no siempre momificaban íntegros los restos de sus admirados animales. Embalsamaban a veces apenas un puñado de huesos o plumas. La tecnología permite aclarar ahora los principios de la momificación animal, distinguiendo entre tres técnicas diferentes para la conservación de los despojos de cocodrilos, gatos, perros, ibis, halcones, peces, cabras, corderos o serpientes.

El estudio de las momias y la restauración de casi trescientas piezas ha sido posible gracias al acuerdo entre el Louvre y la Obra Social La Caixa, un convenio que ha permitido efectuar trabajos muy diversos, de simples limpiezas a sofisticadas intervenciones que han devuelto a las obras su legibilidad y estabilidad.

El grueso de las piezas proceden del Museo del Louvre, pero se suman préstamos de otras instituciones, como la parisina Bibliothèque Centrale, el madrileño Museo Nacional de Ciencias Naturales, los barceloneses Museu de Ciències Naturals y Egipci, y el Museu de Montserrat. La exposición, que se ha visto en la sucursal del Louvre en Lens, viajará el próximo otoño a Barcelona.