viernes, 28 de agosto de 2015

National Geographic:El palacio de Nerón, un museo oculto de pintura romana


En  1480 se descubrieron en Roma, bajo el monte Oppio, frente al Coliseo, algunos inmensos corredores y cámaras. No hay información precisa sobre el modo en que se produjo el hallazgo, pero quizá sucedió durante la extracción de materiales antiguos que hacían los obreros empleados en la construcción de las nuevas villas renacentistas que se levantaron en aquella zona.

Nadie lo sabía entonces, pero habían dado con los restos de la Domus Aurea, la fabulosa residencia imperial de Nerón, que había quedado totalmente enterrada a principios del siglo II d.C., cuando el emperador Trajano, con el fin de crear un espacio en el centro de la Urbe donde levantar la basílica Ulpia y el mayor de los foros imperiales, hizo eliminar un monte entero y usar sus tierras para colmatar y enterrar por completo el pabellón septentrional de la Domus Aurea, devastado por un incendio. Sin embargo, inicialmente el lugar se confundió con las termas de Tito.

Aventura bajo tierra

Para visitar las estancias había que penetrar a través de estrechos agujeros excavados entre las ruinas de las termas de Trajano y la Domus Aurea. Luego se caminaba sobre varios metros de tierra acumulada sobre el suelo de las cámaras, y gracias a ello se podía admirar a corta distancia, a la luz de las antorchas, el principal atractivo del palacio: su refinada decoración de motivos fantásticos que cubría las bóvedas. No es extraño, por tanto, que enseguida empezaran a desfilar por las salas los principales artistas del Renacimiento, intrigados por aquellas muestras de la pintura romana milagrosamente resucitadas. La concurrencia era tal que un autor anónimo escribía, en torno a 1500: «Todo está lleno de pintores […]. Vamos bajo tierra con nuestra panceta, pan, jamón, manzana y vino para resultar más raros a los grutescos. Nuestro guía es el maestro Pinzino, quien nos hace mancharnos bien la cara y los ojos, hasta parecer verdaderos deshollinadores, y nos hace entrever sapos, ranas, búhos, lechuzas y murciélagos, rompiéndonos la espalda con las rodillas».

Aunque se conocían algunos restos de pintura imperial romana, aparecidos en el Coliseo y en la Villa de Adriano en Tívoli, «la frescura, belleza y calidad» de los frescos de la Domus Aurea (en palabras de Vasari) causaron tal furor a lo largo del siglo XVI que acabó dando lugar a un nuevo estilo pictórico: los grutescos. Se llamaron así, cuenta Benvenuto Cellini en su Vita, porque «los estudiosos habían hallado este tipo de pinturas en lugares cavernosos, y grotte es la palabra que define esos lugares subterráneos en Roma». Las salas a las que tuvieron acceso fueron relativamente escasas, pero su identificación ha sido fundamental para determinar las primeras pinturas que los artistas del Renacimiento copiaron y estudiaron. Ha sido posible reconstruir el recorrido de aquellos primeros exploradores por medio de las descripciones conservadas, los apuntes y las reproducciones de los frescos, así como de los grafitos grabados en las bóvedas o pintados con el tizne de las antorchas junto a los agujeros por los que penetraban.

En la parte oriental de la Domus Aurea, la llamada Sala de la Bóveda de los Estucos fue una de las más visitadas. En ella se situó erróneamente el hallazgo del Laocoonte, el gran conjunto escultórico helenístico que en realidad había aparecido en un viñedo próximo, junto a las ruinas de la cisterna de las termas de Trajano. Numerosos grafitos y diversas perforaciones en las bóvedas demuestran que también se visitó la Sala Octogonal, junto a las cinco habitaciones abiertas a ella, así como la sala de la Bóveda Dorada y el Criptopórtico. Mientras que la Bóveda de los Estucos destacaba por la geometría de su composición, subrayada por molduras de estuco, la Bóveda Dorada causaba admiración por sus dimensiones monumentales y su asombrosa policromía.

Un nuevo estilo

Desde finales del siglo XV se hicieron también incursiones en la parte occidental del palacio. Esta sección estaba decorada con un estilo más libre, con fondos de colores diversos sobre los que se disponían seres fantásticos y aves. En el Codex Escurialensis, un cuaderno de apuntes atribuido a un discípulo de Ghirlandaio, se conserva la reproducción de algunos detalles de la Bóveda de los Búhos, la Bóveda Amarilla y la Bóveda Negra.

Los artistas del Cinquecento copiaron motivos aislados de diferentes bóvedas del palacio neroniano y los utilizaron, en un principio, para la decoración de pilastras y frisos, sometiéndolos a las reglas del arte renacentista. El repertorio se fue enriqueciendo paulatinamente con la incorporación de grifos, centauros, tritones... inspirados en seres fantásticos, sugeridos con pinceladas rápidas y poco definidas sobre los frescos de las grutas.

A finales del siglo XVI, los subterráneos de la Domus Aurea quedaron prácticamente relegados al olvido. Casi dos siglos después, la reproducción de los frescos en magníficos grabados realizados por Vincenzo Brenna recuperó el gusto por los grutescos, que sirvieron de nuevo de inspiración para decorar los más refinados palacios neoclásicos de Europa.