viernes, 18 de diciembre de 2015

El Arqueológico de Córdoba revisa los modelos del peinado romano en una exposición


La época romana prestó una especial atención al cuidado y el ornato del cabello. Fuentes escritas y arqueológicas dan testimonio de esta circunstancia y de la variedad de modelos y tendencias que se sucedieron con el paso del tiempo. Algunos de ellos están representados en A través del espejo, la exposición que el Museo Arqueológico presenta desde ayer en su aula didáctica y que puede visitarse hasta el 28 de febrero. 

Las protagonistas son las mujeres, para las que el peinado y el arreglo personal se fueron convirtiendo en reflejo de su individualidad, su carácter y su posición social; para algunas era además una carta de romanización. En el retrato oficial se desarrolla una producción que busca resaltar honores sociales o funerarios. En el doméstico, un protocolo de embellecimiento permite a la mujer más libertad en los peinados: hallamos rostros más serenos, más emocionales y auténticos. 

Subtitulada El arte del peinado romano, la exposición incluye bustos escultóricos de mujeres de distintas épocas, objetos de tocador, reproducciones de obras de otros museos y terracotas (figurillas de arcilla cocida que se integraban en tumbas como parte del ajuar funerario, realizadas en producción industrial a bajo coste) procedentes de las necrópolis del sector septentrional (Puerta del Colodro y Marrubial) y el meridional (avenida del Corregidor y Campo de la Verdad) de la ciudad. Estas terracotas, de rostros estereotipados y abstractos, responden al deseo de imitar a las grandes mujeres de la época en un ambiente familiar e íntimo. 

Entre sus apuntes didácticos, la exposición repara en la labor de las ornatrices, responsables de las tareas de cuidado capilar y cosmético y que solían ser cotizadas esclavas o libertas. Conocedoras de su oficio y cargadas de instrumental (postizos, enrizadores, tintes, agujas, ungüentarios, cremas), cumplían su labor durante horas y a veces recibían severos castigos. Además de los arreglos capilares para alcanzar la arquitectura deseada, ocupaban un tiempo importante en los postizos y el teñido del cabello. Tintes como la pila mattiaca, la spuma batava, la henna o el sapo permitían ocultar el paso del tiempo. Muy cercanas a las ornatrices existían otras profesiones como alquimistas (pharmacopolae), que controlaban dosis, o fabricantes (unguentarii), que preparaban y vendían cremas, aceites y tintes. 

La imagen física, la apariencia y sobre todo el peinado permitían a la mujer una participación más activa, más espontánea, allí donde los convencionalismos y presiones sociales no llegaban. Su apariencia promocionaba a la familia y la distinguía socialmente, contribuyendo a crear instantáneas de acontecimientos especiales como enlaces matrimoniales, aniversarios, nacimientos o títulos honoríficos o religiosos. Momentos en los cuales su papel se multiplicaba. Espacios en los que participaba más activamente en los valores que tejían la sociedad romana. 


"El peinado y el arreglo personal han quedado como testimonio de que estas prácticas van más allá de modas o caprichos, y que acicalarse no era exclusivamente para los espacios privados: había otras intenciones como la individualidad, el carácter o la posición social", señaló el delegado de Cultura, Turismo y Deporte de la Junta de Andalucía en Córdoba, Francisco Alcalde, que presentó la exposición, de acceso gratuito, en compañía de la directora del museo, María Dolores Baena.