miércoles, 31 de agosto de 2016

Hallan un plato de lujo de Cartago en la ciudad romana del puerto de Sa Nitja (Menorca)


Los arqueólogos de la asociación cultural Sanisera, que desde el pasado mes de mayo excavan en la ciudad romana del puerto de Sa Nitja de Menorca, han hallado fragmentos de un plato de lujo procedente de Cartago, ha explicado a Efe el director de las excavaciones, Fernando Contreras.

Se trata de una pieza única que se ha encontrado entre los restos de un edificio de la ciudad romana del que tan solo se han excavado 200 metros cuadrados a día de hoy, por lo que no se descartan más hallazgos de este tipo en los próximos días.

“En aquella época Sanisera, la ciudad romana de Sa Nitja, tenía mucho contacto por vía marítima con el norte de África y especialmente con la zona de Túnez, por lo que llegaban a Menorca muchos materiales procedentes de allí”, ha señalado.

El plato encontrado está decorado con figuras humanas que, según el director de las excavaciones, probablemente rodean a la imagen de un santo y pueden representar a feligreses o cristianos que están venerando a un apóstol.

"Es una decoración muy típica del siglo VI, pero nunca habíamos encontrado algo así en Menorca”, ha recalcado Contreras.

La ciudad romana del puerto de Sa Nitja, ubicada en el cabo de Cavalleria, en el término municipal de Es Mercadal, fue construida hacia el siglo IV y tuvo vida durante 300 años, hasta que fue abandonada con la llegada de los primeros musulmanes a la isla en el año 830.

Las excavaciones en la zona se prolongarán hasta el próximo 30 de octubre.

martes, 30 de agosto de 2016

Nuevas estancias verifican la existencia de unas termas públicas en Camesa


La excavación arqueológica en el yacimiento romano de Camesa Rebolledo, en el municipio de Valdeolea, que está desarrollando un equipo de científicos del Grupo de Investigación Arqueología e Historia del Imperio Romano (AHIR) de la Universidad de Cantabria, está sacando a la luz los restos de un importante edificio termal, con al menos siete estancias, algunas de ellas de pequeñas dimensiones. Se trata por tanto de un recinto público que durante el Imperio Romano se destinaba a los baños. Estas estancias ofrecían baños de vapor y piscinas frías, templadas y calientes. 

Su identificación en este yacimiento permite a los arqueólogos calibrar la importancia de este asentamiento porque la existencia de unas termas públicas, con varias estancias, es sinónimo de un volumen de población significativo para un territorio como éste, alejado de los centros de decisión del poder imperial y romanizado a partir de las Guerras Cántabras datadas entre el 27 y el 19 antes de Cristo, si bien está en un eje importante de comunicaciones.

De este edificio termal se conservan parcialmente los suelos de mortero hidráulico y claras evidencias del sistema de calefacción empleado, conocido como hipocaustum. Lo habitual era construir en el exterior del edificio un horno y los gases calientes producidos en la combustión se llevaban por canalizaciones situadas bajo el suelo cuyas baldosas se sustentaban sobre columnillas de ladrillos (pilae), de las cuales numerosas se han encontrado in situ durante el proceso de excavación en Camesa. También se han localizado los restos de una pequeña piscina o pileta (de agua caliente), actualmente en proceso de excavación. 

Sobre las soleras de las estancias exhumadas se han hallado numerosos restos de las citadas columnillas de ladrillo que soportaban el pavimento de los espacios caldeados, pero también las huellas de los primeros frecuentadores del lugar, que dejaron la impronta de la suela claveteada de su calzado sobre el mortero fresco.


Mosaicos

Estos nuevos hallazgos se suman a los restos de mosaicos y estucos también documentados en este área donde se centra la intervención arqueológica. Los mosaicos recubrieron las estancias más nobles del edificio termal, mientras que los estucos recubrieron algunos paramentos de esas habitaciones donde los romanos cultivaban la costumbre del baño y de la conversación. Por su tipología y características, los científicos de la Universidad de Cantabria han esbozado la hipótesis de que corresponden a un horizonte cronológico entre finales del siglo II y el siglo III. 

Otro dato relevante que están aportando estos trabajos es que el edificio, en una fecha aún no precisada, se abandonó, frente a lo que suele ocurrir en otros núcleos de población romanos donde la arqueología constata una desaparición del inmueble por incendio. La ausencia de materiales arqueológicos muebles, del tipo de cerámica o útiles metálicos propios de la vida diaria, así como la escasa entidad de los muros –arrasados y saqueados en épocas posteriores por otros habitantes de la zona que emplearon este emplazamiento como una cantera– decantan a pensar que este poblado se abandonó de una forma abrupta. Quizá se pueda poner en relación este hecho con la inestabilidad política que vivió el Imperio Romano en las últimas décadas del siglo III.

Tanto Camesa como la ciudad romana de Julióbriga, donde también investiga desde 1980 la Universidad de Cantabria, son yacimientos claves para conocer el legado de Roma en el territorio de los antiguos cántabros.

ABC:Sertorio, el legendario militar que creó una República Romana en España y murió traicionado


Su historia es la de un hombre leal a la República que eligió mal su bando en la guerra civil. En su huida hacia delante, Quinto Sertorio acabó fundando en Hispania una República Romana de bolsillo, con la que consiguió entusiasmar a los hispanos y derrotar, uno tras otro, a los ejércitos romanos que el dictador Cornelio Sila mandó en su búsqueda. Alcoholizado, y cada vez más abandonado, Sertorio fue traicionado por los suyos y apuñalado por la espalda.

El siglo I a.C vivió el inicio de las guerras civiles en Roma, que desembocarían en el establecimiento del sistema imperial. Las guerras civiles enfrentarían al bando de los populares –encabezados por el héroe militar Mario– contra el bando de los optimates, cuya cara más visible era la de Cornelio Sila, el sangriento dictador pelirrojo. En esencia se trataban de confrontaciones personales, sin un programa político muy profundo, aunque los segundos se vendían como los guardianes de las esencias romanas frente a los hombres que querían abrir las puertas de Roma al resto de itálicos.

Una guerra civil que frustró una carrera

En los años previos a la contienda, Quinto Sertorio había combatido junto al líder de los populares, Mario, contra los cimbrios y los teutones. Como recompensa a su carrera ascendente recibió en el año 97 a.C. un cargo de tribuno militar en España, donde dirigió a las tropas romanas contra una rebelión local en la ciudad celtibérica de Castulo (hoy en la zona de Linares, Jaén). A su regreso a Roma, se vio inmerso de golpe en las luchas entre optimates y populares; si bien, se alineó con el ala moderada de esta facción cuando un grupo de partidarios violentos ocuparon Roma y desencadenaron una matanza.

Con este carácter moderado logró prestigio, respeto y condecoraciones, así como cicatrices por todo su cuerpo. Su forma de combatir en las primeras líneas le costó la pérdida permanente de la visión en un ojo, además de la admiración de sus subordinados.

En este contexto de inminente guerra civil (en vigor desde que Cartago fue destruida y no quedaron grandes amenazas externas), Lucio Cornelio Sila atacó Roma en 88 a.C, siendo el primero que rompía la ley romana y entraba en la ciudad con tropas. La súbita muerte de Mario cinco años después dejó sin posibilidad de reacción al bando popular. Sila se autoproclamó dictador y se mantuvo en el poder hasta su retiro voluntario en el 79 a.C, mientras se dedicaba a perseguir brutalmente a sus enemigos. Uno de los que persiguió con más insistencia fue Sertorio, que, privado de su cargo de pretor en Hispania, se vio obligado a huir de su provincia hacia el Mediterráneo Occidental. Durante su triste retirada logró una victoria sobre los ejércitos de Sila en Mauretania, lo que le atrajo el interés de los últimos partidarios de Mario y, en suma, de los enemigos de Sila.

Sertorio seguía siendo enormemente popular en Hispania. Antes de abandonar su cargo de pretor se había dedicado a rebajar la presión fiscal en su provincia y, en señal de respeto a las poblaciones locales, acampaba siempre sus tropas fuera de las ciudades. A raíz de su victoria en Mauretania, una delegación de lusitanos le pidió que regresara a España y terminara con la opresión que los hombres de Sila habían traído consigo.

Sertorio aceptó la oferta sin titubear, puesto que le quedaban pocas salidas, si bien las fuerzas lusitanas eran de solo 4.000 soldados de infantería y 700 jinetes. A este número debía sumar 1.600 legionarios y 700 libios que el líder popular había levantado en el norte de África. Una fuerza que, sin embargo, era insignificante frente a los 120.000 infantes y 6.000 jinetes con los que contaba Sila en la península.

La República romana en Hispania

El legendario general se enfrentó a su vuelta a Hispania con Metelo Pío, enviado por Sila, al que durante varios años desgastó con una lucha de guerrillas y finalmente derrotó, así como a los gobernadores de la Citerior y la Narbonense. El general romano demostró gran talento para dirigir fuerzas irregulares y llevar a cabo una guerra de guerrillas contra fuerzas convencionales. Sertorio avanzó sobre la Celtiberia y el Valle del Ebro. Su paso levantó la rebelión de los celtíberos e incitó el apoyo de los hispanos romanos. En este punto, el conflicto pasó de ser un problema local a una auténtica guerra civil.

El romano, que procedía de la ciudad sabina de Nussa, organizó lo que algunos han calificado como un intento de crear un «estado romano paralelo» en Hispania, una república en el corazón de la península. Así estableció en Osca (Huesca) un senado, que cada año celebraba elecciones para elegir a los nuevos magistrados, y una escuela para los hijos de los jefes indígenas, donde aprendían latín y griego. Asimismo, a las tropas locales les enseñó a vestir y a luchar al modo romano.

El paso de los años y la enorme popularidad de Sertorio elevaron su historia a la categoría de héroe mitológico, como acredita la historia del cervatillo que adoptó como mascota. Un cazador se lo regaló como muestra de afecto, a lo que el romano respondió domesticándolo y atribuyéndole poderes. Sertorio afirmaba que era la Diosa Diana quien había conducido el animal a su causa y le comunicaba a través del cervatillo la ubicación de sus enemigos para que pudiera seguir victorioso.

El propio Sila no pudo vivir lo suficiente para ver a uno de sus últimos enemigos derrotado. A la muerte del dictador ya «jubilado», Pompeyo «Magno» –apodado el «adolescente carnicero» por ser el brutal verdugo de muchos populares– se aseguró de que el cadáver de Sila, que también era su suegro, recibiera los debidos honores y no se produjeran disturbios. No pudo evitar, sin embargo, que el excónsul Lépido se levantara contra el Senado. La victoria de Pompeyo sobre Lépido vino acompañada de una fuga masiva de sus partidarios para unirse a Quinto Sertorio, que siempre recibía con los brazos abiertos a los enemigos de Sila.

Los dos cónsules designados ese año se negaron a ir Hispania, porque no estaban dispuestos a sumarse a la lista de generales republicanos derrotados por Sertorio y sus cada vez más numerosos partidarios. En tanto, Pompeyo, de 28 años, fue nombrado pro consulibus (enviado «en lugar de ambos cónsules») y destinado a la provincia más occidental de la República para poner fin a la larga rebelión.

Pese a que en los primeros encuentros Sertorio dio severos correctivos a su joven rival, poco a poco fue perdiendo terreno y quedó sumido en una guerra de desgaste que no podía ganar. A partir del año 75 a.C el general «rebelde» fue acorralado por Pompeyo desde el norte y este; y por Metelo desde el sur. El general exiliado no estaba realmente perdiendo la guerra, pero ya era evidente que jamás podría ganarla. Desde Roma, el Senado logró que muchos de los seguidores de Sertorio abandonaran su bando a cambio de ser amnistiados. La mayoría tan solo quería eso, poder volver a casa después de tantos años.

Una afición desmesurada por el vino y un humor depresivo fueron brotando en Sertorio. En el año 72, Perperna, la mano derecha del militar romano, organizó un banquete donde el general y su guardia fueron emborrachados y posteriormente asesinados. Y aunque Perperna quiso continuar la guerra, Pompeyo no tardó en derrotarlo. Algunos núcleos resistieron en el 72 a. c, entre ellos Calahorra, donde un largo asedio y la negativa de los sitiados a rendirse les llevó a practicar el canibalismo. Allí se ahogaron los últimos ecos de la andadura de este general romano, que mantuvo en solitario una guerra civil contra Roma hasta que fue consciente de que se había convertido en un villano de su tierra. Un conflicto que pudo mantener solo gracias al apoyo de Hispania, probablemente el territorio más importante para la República Romana en aquella época.

lunes, 29 de agosto de 2016

El templo de Isis de Cartagena abrirá sus puertas en otoño


Tras la conquista romana de Egipto, y puede que incluso antes, se produjo en todo el Mediterráneo una eclosión de cultos que imitaban o pretendían imitar a las religiones egipcias ancestrales, con un papel esencial de los dioses Isis y Osiris y sus ritos de resurreción y vida eterna. Los cultos de la diosa Isis fueron fácilmente asimilables en aquellas zonas donde ya existía una fuerte tradición religiosa ligada a divinidades femeninas de carácter sotérico y maternal. En muchos casos, Isis simplemente sustituyó a las antiguas diosas gracias al prestigio de su antigüedad y a lo atractivo que resultaban sus ritos mistéricos. Algunos emperadores, como Adriano, demostraron una gran devoción por este tipo de cultos, favoreciendo la proliferación de templos y aumentando aún más su prestigio entre la población urbana.

Por desgracia, este tipo de templos no son muy conocidos en diversas provincias del Imperio. En el caso de Hispania, el último hallazgo relacionado con el culto a esta diosa tuvo lugar en Cartagena, en el llamado Barrio del Foro Romano. En este enclave se localizaron estructuras de edificios que fueron identificadas por los arqueólogos como restos de un antiguo santuario dedicado a la diosa Isis. En las dos últimas campañas, se ha conseguido sacar a la luz toda la estructura del complejo, incluyendo diversas capillas y cisternas que servían para celebrar unos ritos que, por desgracia, nos resultan poco conocidos. Para José Miguel Noguera, director del yacimiento, la aparivción de este templo supone un antes y un después en nuestros conocimientos acerca de las religiones orientales y su implantación en Hispania. De hecho, sólo se han encontrado otros tres santuarios dedicados a Isis de esta envergadura, uno de ellos en el yacimiento andaluz de Baelo Claudia. Los materiales encontrados en estos yacimientos ayudarán a los historiadores a reconstruir numerosos datos acerca de estos cultos que no han dejado rastro algunos en las fuentes literarias.

Con el objetivo de potenciar el conocimiento de este santuario por parte del público que visite la ciudad de Cartagena, se instalarán unas plataformas desde las que podrán contemplarse los restos debidamente excavados y restaurados en parte. Además, se instalarán carteles informativos que complementen la experiencia de visitar el templo de Isis de la antigua Cartago Nova.

Descubren en Luxor la cámara funeraria y el sarcófago de Karabasken, alcalde de Tebas


El Ministerio egipcio de Antigüedades informó hoy en un comunicado de que la misión, dirigida por la arqueóloga Elena Pischikova, realizó este descubrimiento durante las tareas de excavación y limpieza en la tumba de Karabasken número TT391, en el sur del área de Asasif, en la orilla oeste de Luxor.

El director del sector de las antigüedades del Antiguo Egipto -que depende del ministerio-, Mahmud Afifi, indicó que el sarcófago es un "ejemplar único" de la época kushita, o XXV dinastía, de origen nubio.

La reliquia está tallada en granito rojo y no tiene grabados ni pinturas, precisa la nota, que añade que mide 2,41 metros de alto y 1,63 de ancho.

Pischikova explicó que la cámara funeraria fue hallada durante la excavación llevada a cabo en la sala de culto de la tumba.


Está decorado con una única banda horizontal de 27 cm. de ancho. No hay inscripciones en la superficie exterior del sarcófago. Fotos de © Katherine Blakeney.

Añadió en el comunicado que los trabajos de limpieza continuarán en el sarcófago, así como en la tumba y el resto de la zona, con el objetivo de obtener más informaciones sobre la necrópolis.


sábado, 27 de agosto de 2016

Segunda cabecera del evento "Sit Tibi Terra Levis"


Segunda cabecera de "Sit Tibi Terra Levis Úbeda".Con esta cabecera simplemente abrimos boca para su presentación oficial en septiembre.

Apuntar bien los días en vuestro calendario.El 7,8 y 9 de octubre os esperamos.

Muy pronto más información.

viernes, 26 de agosto de 2016

El cerdo según los romanos


Para los romanos, como para la gran mayoría de los europeos, el cerdo era la principal fuente de proteínas animales.

En el libro de Apicio ('De Re Coquinaria'), las recetas para el marrano superan de largo a las dedicadas a otras carnes, como el cordero o cabrito, la caza y, por supuesto, el ganado vacuno, para el que solo ofrece cuatro recetas.

Parece que su manera preferida de comer cerdo era como en Segovia o Arévalo, es decir, en su infancia.

Les gustaba el lechón jovencito (porcellus), aunque no tanto como el que se sirve en los asadores castellanos. Del cerdo adulto... todo.

En el libro VII de la mencionada obra de Apicio, titulado Politeles, que podemos interpretar como "el que no repara en gastos", figuran fórmulas para preparar o acompañar las más diversas parcelas porcinas, del morro (labelli) al rabo (coticulae), pasando por el estómago, los riñones y el hígado, además de otras mucho menos frecuentes hoy.

Quede constancia que Apicio sitúa sus recetas de hígado de puerco bajo el título Ficatus, que viene de figo, higo, y no de jecur, hígado, que reserva para los de corzo, cordero, liebre, gallina y pollo: es curioso que no se ocupe del hígado de oca cebada, que los romanos -y antes los egipcios- ya conocían bien.

Vamos con lo excepcional, y centrémonos en un producto muy apreciado: las ubres de cerda.

Aquí hay que puntualizar las preferencias de los exquisitos de la época: las tetinas más apreciadas eran las de una cerda sacrificada al día siguiente del parto, pero sin que hubiera dado de mamar a sus lechones.

¿Ubres con calostros, quizá? Sugería cocerlas y ensartarlas después en una brocheta de caña, espolvorearlas con sal y meterlas al horno. Las acompañaba con una de sus salsas.

Acudamos a Galeno, que en 'De las facultades de los alimentos' escribió: "las glándulas de las ubres ofrecen, cuando contienen leche, algo de la dulzura de ese líquido; y precisamente por eso las ubres llenas de leche, sobre todo las de las cerdas, son un plato muy buscado por los exquisitos".

Si lo dice Galeno, inútil discutir; pero, sinceramente, no tengo mucho interés en ese manjar. Y mucho menos en otro al que el autor del texto culinario dedica cinco recetas: las vulvas de cerdas estériles, que trata en el mismo apartado que la piel, las manos, los morros y la cola de cerdo.

Más apetecible, de largo, me parece, sin salirnos del capítulo "que no repara en gastos" su receta de jamón cocido envuelto en costra, un jamón revestido de una masa similar a la de empanada.

Esto de cocinar jamones enteros tiene una larga tradición, y los resultados, si se hace con sabiduría, suelen ser muy satisfactorios.

La receta tiene muy buena pinta, y en ella, a diferencia de la inmensa mayoría de las de Apicio, no entran ingredientes extraños.

Por cierto: el tan denostado garum, hecho con pescados fermentados, es hoy protagonista de muchos platos de inspiración oriental, solo que en vez de garum le llamamos salsa de pescado, tailandesa (nam pia), vietnamita (ñuoc man) o china (salsa de ostras): viene siendo lo mismo; lo que pasa que a los romanos no les habían comido el coco con el camelo del umami.

Vamos con el jamón. Deshuesado, mejor. Cuézanlo en agua, con bastantes higos secos y tres hojas de laurel.

Cuando esté cocido, escúrranlo y quítenle la piel. Con la punta de un cuchillo, hagan incisiones cruzadas en la carne, formando una especie de red; viertan miel en los cortes.

Revistan la pieza con una masa que habrán preparado con harina y aceite, y la sal necesaria; será una nueva 'piel' para el jamón.

Así las cosas, al horno; cuando vean que la costra está cocida y dorada, sáquenlo y sírvanlo, así o a temperatura ambiente.

A los romanos les gustaba dar formas más o menos artísticas a esa capa de masa; ustedes son muy dueños de hacerlo o no.

No hace mucho tiempo, la gran Victorilla, en "El figón de Santiago" madrileño, hacía un jamón asado cuya superficie caramelizaba con azúcar; el aroma inundaba todo el restaurante, excitando el apetito de la clientela hacia esa especialidad de la casa.

Hay que recordar que los romanos no utilizaban el azúcar: no lo conocían apenas y, de todas formas, hasta su aclimatación en las Antillas fue un producto carísimo, al alcance de muy pocos.

En fin, ya ven ustedes que, ya en tiempos de Augusto y Tiberio, del cerdo se aprovechaba todo.

Los romanos, por supuesto, dominaban el arte de la salchichería y, según algunos autores, por supuesto españoles, ya apreciaban los jamones de Hispania, o de Iberia; en esto de arrimar el ascua a nuestra sardina somos casi tan buenos como los franceses y los italianos, aunque no nos vaya tan bien como a ellos, que han colocado su cocina (excelente) y sus productos (cuidadísimos) en todo el planeta.

National Geographic:Muertes misteriosas en Pompeya


El misterio podría ser considerado como caso resuelto. Hay dieciocho cadáveres y sabemos quién fue el asesino. Su nombre: el Vesubio. Liquidó a casi todas sus víctimas en un solo día, el año 79 d.C. Sepultó los cuerpos bajo una mortaja de cenizas ardientes, rocas fundidas y masas de aire abrasador que pudo alcanzar los 800 °C. Pero algunos de los dieciocho finados no murieron hasta semanas, incluso meses más tarde. Y eso es todo cuanto sabemos sobre lo que pudo suceder aquel día en la casa de Menandro.
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Es 24 de agosto del año 79 y la actividad comercial anima las callejuelas de la ciudad, situada al abrigo del golfo de Nápoles. En el puerto, en la desembocadura del Sarno, los obreros desestiban los barcos procedentes de Nola, Acerrae y Nuceria, cargados con mercancías del interior del país, que son transbordadas a buques mayores, especialmente diseñados para navegar por alta mar. Baldes llenos de garum, una salsa elaborada a base de pescado, humean al sol. De vez en cuando resuenan los martillazos procedentes de algún edificio cercano: son las obras de reconstrucción de Pompeya tras los estragos causados por el gran terremoto de hace 17 años. El discurrir cotidiano de una población próspera en tiempos de la antigua Roma.

La pesadilla empieza hacia la una de la tarde. La tierra ruge. Casi nadie levanta la vista: aquí la gente está acostumbrada a los temblores de tierra. Pero si a pesar de todo uno lleva su mirada hacia el Vesubio, ve una columna de humo. Plinio el Joven escribirá más tarde en una carta a Tácito: «Una nube de tamaño y aspecto insólitos. [...] La forma recordaba la de un árbol, concretamente la de un pino. Se elevaba como un tronco gigantesco y en el aire se desplegaba en ramas».

Empieza a caer ceniza y luego rocas fundidas. Los habitantes de Pompeya comprenden entonces que deben huir, alejándose todo lo posible o refugiándose en las viviendas. Quince personas encuentran cobijo en la casa de Menandro.

Al día siguiente, Pompeya es historia. Sepultada debajo de 3,3 kilómetros cúbicos de cenizas y lava, ha dejado de existir, compartiendo destino con Herculano, Boscoreale, Estabia y Oplontis. Miles de personas han perecido.
Las preguntas que hoy plantea Jens-Arne Dickmann, arqueólogo de la Universidad de Heidelberg, son las de un investigador criminal. Desde hace años trabaja en Pompeya y ha centrado su tesis en el entorno patricio de esta ciudad de provincias romana. El caso que ahora le interesa es el de la casa de Menandro: ¿qué ocurrió hace casi dos milenios en esta villa señorial? ¿Quiénes eran los individuos que quedaron sepultados en ella? ¿Qué les pasó? ¿En qué momento? Y, en términos más generales, ¿cómo se vivía en esa casa? «Durante mucho tiempo los investigadores se interesaron sobre todo en los aspectos relativos a la historia del arte –dice–. Sin embargo, a partir de ahora nos esforzamos por reconstruir los modos de vida específicos de una cultura extinguida.» La casa de Menandro es para él una especie de cold case: un crimen no resuelto que quiere reabrir para tratar de aclarar, volviendo a estudiar las pruebas.
Tras quedar enterrada, Pompeya fue poco a poco cayendo en el olvido en el transcurso de los siglos posteriores a la violenta erupción del Vesubio. Hubo que esperar hasta principios del siglo XVIII para que se descubrieran sus ruinas. Y con ellas, sus tesoros: monedas, joyas, frescos. Los reyes de Nápoles se entusiasmaron con el hallazgo. Carlos III, rey de España, y posteriormente su hijo Fernando I de Borbón-Dos Sicilias ordenaron emprender unas excavaciones para recuperar los objetos de valor.

El interés por la Antigüedad vivía en aquella época un momento de esplendor entre los círculos cultos europeos. Mozart visitó Pompeya en 1770; Goethe lo hizo en 1787. El poeta alemán declaró al descubrir las ruinas que es imposible no sentirse «asombrado ante la angostura y pequeñez» de esta ciudad. Todavía hubo que esperar un siglo para que los trabajos científicos se desarrollaran de forma sistemática. A partir de 1863 Giuseppe Fiorelli, director del Museo Nacional de Nápoles y de las excavaciones de Pompeya y Herculano, inició las tareas de retirar los escombros de la parte superior de las viviendas. Asimismo hizo que se sacaran moldes en yeso de las víctimas. Pero un conjunto quedó al margen de las excavaciones en la insula (manzana de casas) I-10: la casa de Menandro, así llamada por uno de sus frescos en el que está representado el comediógrafo griego Menandro, considerado el autor más destacado de la comedia nueva. Los restos de esta mansión no salieron a la luz hasta la década de 1920 de la mano del arqueólogo italiano Amedeo Maiuri, quien descubrió no solo a sus ocupantes sino también un verdadero tesoro de plata que hasta la fecha continúa siendo un misterio. El nuevo director de las excavaciones despejó a buen ritmo una casa tras otra. Sus trabajos fueron los últimos de envergadura. Desde hace 50 años solo se han llevado a cabo excavaciones bastante modestas.

Hubo otros científicos interesados en la casa de Menandro, entre ellos el inglés Roger Ling en la década de 1970 y posteriormente la italiana Grete Stefani. Pero tampoco ellos consiguieron identificar a las víctimas halladas en la villa.

Es un caso peliagudo. En los años veinte, las excavaciones del equipo de Amedeo Maiuri localizaron dieciocho cadáveres: diez en el pasillo, entre las estancias nobles y las dependencias de los esclavos, tres en las caballerizas, dos en la cámara del administrador del predio. ¿Quiénes eran? ¿Miembros de esta rica familia de terratenientes o esclavos que alojaban en la casa para tenerlos siempre a su disposición? Y lo más intrigante, detrás del acceso a un comedor se localizaron otros tres cuerpos junto a varios picos y palas. El misterio estaba servido.

¿Por qué había herramientas cerca de los cadáveres? ¿Vivían esas personas en la casa? Y, si no, ¿qué estaban haciendo? ¿Eran saqueadores en busca de tesoros como los que describen las fuentes antiguas? «¿Sabían que había piezas de plata en el sótano de la vivienda?», se pregunta Dickmann. Para despejar estos interrogantes, recurre a los informes de las excavaciones y a las publicaciones de otros arqueólogos. Su principal herramienta es la experiencia. Su pericia radica en la capacidad de combinar los conocimientos previos con sus propias observaciones.

La casa de Menandro está cerca del Gran Teatro de Pompeya. En una de las vitrinas de la habitación 19 están expuestos los restos de los diez primeros cuerpos, calcinados y unidos entre sí por la erupción del Vesubio. Maiuri los dejó en un solo bloque. Vértebras, costillas y el hueso de una pierna sobresalen de esa masa compacta. A un lado, el cráneo de un niño. Tres de esas personas tenían menos de cinco años.

En esta vitrina hay otro cuerpo. Apareció en su cama durante las excavaciones dirigidas por Maiuri. Sus aposentos estaban separados, en un extremo del edificio reservado a los esclavos. ¿Era el administrador del predio? Los muros de su dormitorio, revestidos de una capa blanca, están decorados con pinturas de paisajes. «En el suelo, al pie de la cama, el equipo halló el cadáver acurrucado de una niña», explica Dickmann. ¿Era su hija? ¿Una joven esclava? Un análisis genético podría revelar si estas dos personas estaban emparentadas, pero es una prueba cara. Se desconoce también el nombre de la niña. Pero el del hombre tal vez no sea un enigma. En el umbral de sus aposentos los arqueólogos exhumaron un sello con la siguiente inscripción: «Q POPPAEI EROTIS». ¿Era Eros un antiguo esclavo de Quintus Poppaeus que, una vez con­­vertido en liberto, pasó a administrar la propiedad? ¿Podemos entonces suponer que Quintus Poppaeus era el dueño de esta residencia?

Este único sello no es una prueba lo bastante sólida para hacer semejante afirmación, subraya Dickmann. ¿Pertenecía en exclusiva al administrador? ¿Se había confeccionado expresamente para él, o llegó a sus manos por otras vías? Sea como fuere, en sus aposentos también se descubrió un cubo de bronce, que ya entonces tenía tres siglos de antigüedad y estaba restaurado con sumo esmero, una pieza antigua que sin duda se remontaba en el tiempo varias generaciones.

A los pies de la cama de Eros se encontró una bolsa de cuero con 560 sestercios en monedas, mucho más de lo que ganaba un obrero en un día. ¿Con qué objeto había ahorrado esa cantidad el administrador y cómo gastaba su dinero? En la entrada a sus aposentos se lee una inscripción: «Nucerea(e) quaeres ad Porta(m) Roma­na(m) in Vico Venerio, Novelliam Primigeniam» («En Nocera pregunta por Novelia Primigenia, junto a la Puerta Romana, en el barrio de Venus»). En Pompeya muchas prostitutas se hacían llamar «Primigenia» por la clientela.

Los aposentos del administrador permiten hacer ciertas deducciones acerca del propietario de la casa de Menandro. Jens-Arne Dickmann me muestra un muro desnudo: «En el informe de excavación de Maiuri se dice que aquí aparecieron colgados quince cuchillos para podar vides y árboles –también había un par de tijeras de trasquilar–. El número de utensilios sugiere que el administrador los distribuía entre los esclavos cuando estos salían a trabajar». El dueño de la casa debía de poseer muchas tierras en los alrededores de Pompeya.

La riqueza de la ciudad provenía en realidad de la tierra. Los fértiles suelos volcánicos eran muy adecuados para la viticultura; y el mar era una rica pesquería. Hasta las piedras de la región reportaban dinero: con ellas se fabricaban las mejores muelas de almazara de todo el país.

En los terrenos político y cultural, sin embar­go, la importancia de Pompeya era menor. La ciudad debe su fama tardía al hecho de haberse quedado petrificada en el mismo estado en que se encontraba en el momento de la catástrofe, ofreciéndonos así una instantánea de cómo vivían los romanos de aquella época en una pequeña ciudad de provincias.

Todo apunta a que la generosidad de las tie­­rras circundantes permitió amasar una fortuna al dueño de la casa de Menandro. El ala noble constaba de estancias amplias y baños con calefacción, que se calentaban desde la zona de los esclavos. Desde allí, una escalera conducía al sótano, donde el equipo de Maiuri hizo un des­­cubrimiento sensacional los días 4 y 5 de diciembre de 1930: 118 piezas de plata, 24 kilos en total, envueltas con esmero en paños de tela y lana, embaladas en una caja. Fuentes, platos, copas, cucharas: todo lo que no podía faltar en la mesa de un romano adinerado, un tesoro que además nos revela cómo vivía el dueño de la casa.

Acompaño a Dickmann hasta el triclinio, unas cuantas estancias más allá. Todas las residencias de los patricios ricos disponían de varios comedores de este estilo. Había tres bancos corridos dispuestos en forma de herradura en torno a la mesa, espacio suficiente para dar cabida al anfitrión y a ocho invitados.

El arqueólogo me muestra unas marcas en el suelo de mosaico. «Se distingue perfectamente dónde estaban los muebles.» Los romanos eran muy aficionados a los banquetes. En función de la ocasión y la época del año, y según la importancia de los invitados, el señor de la casa elegía el triclinio más adecuado. El comedor más amplio se conoce hoy por un nombre exento de toda poesía, la habitación 18. Pero su importancia salta a la vista: 87,50 metros cuadrados y techos de 8 metros de altura (restaurados en la época moderna), con paredes de tonalidades amarillas adornadas con motivos dionisíacos: máscaras, sátiros, ninfas.

La habitación 19, contigua a la anterior, es más pequeña y está decorada con el mismo estilo. Aquí está instalada la vitrina con los muertos. Al otro lado está la habitación 15, que también hacía las veces de comedor. Las tres piezas dan al peristilo. Era tal la importancia del banquete en la sociedad romana que la casa se construía alrededor de esa actividad social. Ninguna columna bloquea la vista al exterior. «Los invitados podían así disfrutar plenamente de la vista de plantas y fuentes», dice Dickmann.

El poeta romano Marcial (40-102/104 d.C.) describe las viandas que llenaban los platos en tales ocasiones. Los entrantes consistían en lechuga, puerro y atún; después se servían salchichas, coles y panceta, y para terminar el ágape, uvas, peras y castañas.

El equipo de Amedeo Maiuri halló, entre la vajilla de plata, un tesoro dentro del tesoro: un cofrecillo que contenía diversas joyas de oro y monedas por valor de 1.432 sestercios, sin duda los ahorros del hogar. Algunas pulseras del cofre son objetos muy aparentes pero poco refinados, del estilo de los que estaban de moda en el siglo I: alhajas creadas para la ostentación.

Aunque era una de las residencias más señoriales de la ciudad, la casa de Menandro no estaba exenta de defectos. «La ubicación, por ejemplo –apunta Dickmann–. No da a la calle principal de la ciudad, la Vía de la Abundancia, sino que está justo detrás, un poco retirada, en una calle de menor importancia.» A ello se le suma que en el año 79 ya era una vivienda bas­­tante antigua. La parte de delante, núcleo central de esta propiedad, data sin duda del siglo II a.C., lo que explica el reducido tamaño del atrio.

Las casas más recientes de Pompeya son edificios más suntuosos. El mensaje dirigido al visitante que ponía los pies en ese tipo de residencias era claro: dispongo de los medios necesarios para permitirme tanto espacio. «El dueño de la casa de Menandro no quería ser menos, por supuesto», asegura Dickmann. Pasea su mirada por dos columnas exageradamente grandes. Erigidas en el acceso a una estancia que comunica con el patio interior, consiguen que aquella parezca más grande de lo que en realidad es.

«A juzgar por las dimensiones y el equipamiento de la casa, su propietario debía de ser uno de los ciudadanos más acaudalados de la ciudad.»

¿Quiénes eran entonces los potentados de Pompeya? Conocemos a algunos de los que llevaban las riendas económicas y políticas de la ciudad. Todavía se distinguen sus nombres en las fachadas de numerosas casas, escritos en letras rojas de cara a las elecciones a los puestos de edil (funcionario municipal) o de duunviro (presidente del consejo municipal). A menudo los gremios profesionales se significaban en pleno a favor de un candidato. Los orfebres proponían para el puesto de edil a Cuspio Pansa y los panaderos apoyaban a Trebio Valens.

El arqueólogo Roger Ling opina que el propietario de la casa de Menandro desempeñaba un papel activo en la vida política: «Creo que como mínimo era decurión, esto es, miembro electo vitalicio del consejo municipal». Los decuriones eran figuras prominentes. Se ocupaban de la seguridad y la organización de festejos. Financiaban de su bolsillo los juegos y las fiestas. «Incluso es posible que el dueño de la casa de Menandro fuese presidente del consejo.» En ese caso estaría obligado a recibir ciudadanos en su domicilio. Probablemente a eso se destinaban las salas suntuosamente decoradas de la casa.

Roger Ling ha estudiado también la pista que conduce a Quintus Poppaeus, cuyo nombre figura en el sello recuperado de los aposentos del administrador. Documentos jurídicos de la época mencionan a un tal Q. Poppaeus, edil de Pompeya en el año 39 o 40 d.C., es decir, 40 años antes de la erupción del Vesubio. Pero no se tiene la certeza de que ese hombre viviese todavía en el momento de la catástrofe.

Ling ha encontrado asimismo otros dos nombres, pero sin indicación de rango ni de función. Se trata sin duda de esclavos libertos, lo que descarta por completo que fuesen los propietarios de una hacienda tan lujosa.

El primer enigma radica en la identidad del propietario y de los ocupantes de la casa de Menandro; las tres víctimas provistas de picos y palas constituyen el segundo, más misterioso aún. Arrodillado en el suelo de una de las habitaciones, Jens-Arne Dickmann mide un agujero abierto en un muro. Por toda Pompeya encuentras aberturas de este tipo: boquetes ovalados practicados en las paredes, con el tamaño justo para que pase un hombre. Por esos butrones entraban y salían los saqueadores, abriéndose paso a través de las cenizas y el lapilli, fragmentos de lava y escorias. «Al poco tiempo de la erupción del Vesubio, una comisión creada en Roma con gran celeridad organizó el traslado de estatuas y columnas, de vigas y paramentos –explica Dickmann echando un ojo a la estancia contigua a través del agujero–. Los autores antiguos Dión Casio y Suetonio incluso señalan a los culpables: los curatores Campaniae restituendae, nombrados entre los senadores y ex magistrados y encargados de organizar la reconstrucción de las ciudades de la región del Vesubio que todavía estuvieran habitables.»

Por este motivo las excavaciones emprendidas a principios del siglo XIX sacaron a la luz un foro y un teatro prácticamente vacíos. Ni estatuas de prohombres, ni elegantes fachadas de mármol. Los salones y los templos habían sido despojados hasta los cimientos. Los ayudantes de los curatores Campaniae restituendae habían desmontado todo lo que pudiera reutilizarse en otros lugares. El mármol, por ejemplo, era un material de construcción sumamente valioso. Hasta las estatuas podían reciclarse, pues no había grandes diferencias entre dos ciudadanos vestidos con toga. Una vez se le colocaba una cabeza nueva, un prócer pompeyano podía convertirse en un abrir y cerrar de ojos en un prestigioso ciudadano de otra ciudad. Jens-Arne Dickmann no tiene dudas: «Tarde o temprano demostraremos que en Pozzuoli (la antigua Puteoli) o en Nocera (Nuceria) hay elementos constructivos originarios de Pompeya».

Las verdaderas riquezas, no obstante, estaban en los domicilios particulares. Cierto es que Pompeya quedó irreconocible, sepultada por la erupción debajo de varios metros de cenizas y lapilli, «pero quien la conociese aún podía orientarse», afirma Dickmann. Seguramente era posible distinguir los edificios más altos gracias a los montículos que formaban. Y con toda seguridad los supervivientes intentaron rescatar sus bienes. Pero las ruinas también atrajeron a individuos más que sospechosos.

«Algunos saqueadores pertenecían probablemente a bandas organizadas de cierta importancia», apunta Dickmann. Encima de la puerta de una casa alguien escribió el graffiti siguiente: «doummos pertousa». Quienquiera que fuese el autor tenía ciertas lagunas gramaticales. En latín correcto debería haber escrito «domus pertusa» (casa perforada; en otras palabras, ya excavada). Así se informaba a los demás ladrones de que habían llegado tarde. «Lo que me parece particularmente interesante son las erratas en latín –señala Dickmann–. Podemos conjeturar que el saqueador era un esclavo para quien el latín era un idioma extranjero. Su lengua materna era sin duda el griego, como indica la “u” de la pala­bra “pertusa” alargada como “ou”.»

La tarea de los intrusos no era difícil, pero sí muy peligrosa. El material blando proyectado por el volcán podía desmoronarse en cualquier momento, o venirse abajo el techo y enterrar a los saqueadores.

El destino debió de depararles ese final a los tres individuos cuyos esqueletos descubrió Amedeo Maiuri, con sus palas y sus picos, en el umbral de la habitación 19. En el informe de excavación el arqueólogo consignó con precisión la posición de los cuerpos: encogidos en posición fetal. Algunos investigadores han concluido que estas tres personas no eran saqueadores sino residentes de la casa asfixiados por los gases tóxicos de la erupción que, en su agonía, se acurrucaron sobre sí mismos. «Yo creo que no –declara Dickmann–. ¿Por qué razón iban a estar transportando, en el momento de su muerte, picos y palas?»
Uno de los esqueletos es visiblemente más pequeño que los otros dos: un niño o un adolescente acompañaba a los ladrones en su incursión. Para Dickmann tiene toda la lógica del mundo: «Llevaban niños consigo porque son más menudos y pesan menos. Podían pasar por huecos mucho más estrechos y, con su peso, el riesgo de provocar derrumbamientos de escombros era menor».

El arqueólogo introduce la cabeza por uno de los butrones y toca los bordes del agujero: «Fíjese, por esta parte la abertura es claramente más grande que por la otra, lo que significa que abrieron el muro por este lado a fuerza de pico». Si se estudia la dirección de los golpes de pico y la sucesión de aberturas, puede reconstruirse el avance de las cuadrillas a través de la casa de Menandro. Dickmann ha tomado nota de tres recorridos diferentes.

A veces, sin embargo, los agujeros son tan pequeños que ni siquiera un niño habría podido colarse. «Sin duda se trata de mirillas que les permitían ver con rapidez si la habitación del otro lado del muro estaba vacía o bloqueada.»

¿Podemos intuir por esos orificios que los saqueadores conocían el lugar? «Yo supongo que no sabían lo que buscaban, o al menos que no sabían dónde buscarlo», explica Dickmann. El arqueólogo pasa a la habitación 17, una estancia secundaria situada entre el gran comedor (habitación 18) y la habitación 15, más pequeña. Me señala un orificio de observación en la pared este: «Al otro lado estaban las reducidas cámaras de los esclavos, donde ciertamente no había nada que robar. Cualquiera que conociese la casa lo sabría de sobra». Pero los ladrones, por lo visto, lo ignoraban. No llegaron al sótano, donde el tesoro siguió oculto casi dos mil años.

El caso Menandro solo está resuelto a medias. La labor detectivesca llevada a cabo por Dickmann nos permite saber algo más sobre quienes entraron en la mansión unas semanas o meses después de la erupción y per­­dieron la vida en ella. Y podemos formular hipótesis sobre el propietario del lugar. Pero a la hora de identificar a los otros muertos, el misterio persiste. Un enigma que solo podrán descifrar los arqueólogos en el futuro con la ayuda de nuevas pistas o de nuevos métodos científicos.

jueves, 25 de agosto de 2016

El País:Escarabajos milenarios bajo las calles de Cádiz


Bajo las luminosas plazas y callejuelas de Cádiz se oculta un submundo con kilómetros de galerías, cloacas romanas, pasadizos, enterramientos y laberintos defensivos usados para el contrabando que escarban en el pasado de esta ciudad milenaria. Un fascinante paseo cuyo acceso es intrincado y limitado pero que alberga posibilidades para abrir los ojos y soñar despierto.

Unos pequeños escarabajos negros sin ojos son, quizás, los testigos más remotos. Es una especie que lleva bajo la tierra cerca de seis mil años, que se creía extinta y ahora está protegida. Sus patas dejan surcos por el suelo de lo que fue un recinto con actividad humana desde el siglo VIII antes de nuestra era. Son vidas del subsuelo de este istmo inexpugnable. Culturas en una oscuridad en la que pervive brillante la Historia, santuarios y leyendas. Están ahí, pero son profundidades muy poco exploradas y prácticamente inaccesibles.
Sí se puede pasear por el yacimiento municipal Gadir, en el que trazados de calles, viviendas y utensilios del siglo IX antes de nuestra era ilustran un pasado que se complementa con huellas fosilizadas de animales y el fenicio Mattan, un hombre fallecido en un incendio originado en el siglo VI antes de Cristo. A unos metros de allí, entre grandes sillares de piedra ostionera, compuestos por restos marinos de hace milenios, se mantiene en torno a las dos catedrales de Cádiz otro enterramiento fenicio, sepultado previsiblemente bajo ingentes cantidades de oro del que solo ha trascendido un anillo con dos supuestos delfines tallados y unos hilos de ese metal. Siete siglos después se forjó alrededor de este monumento funerario un lugar de sanación dedicado a Apolo, Hygia y Esculapio, dioses relacionados con la salud.

“Cádiz es una ciudad que se fundó desde el Oriente, que trajo divinidades de la madre tierra, ctónicas. Crearon en esa zona una incubatio, un lugar de vuelta al origen materno, una puerta al ultramundo”, detalla el profesor de la Universidad de Cádiz, Darío Bernal. Con el devenir del tiempo se convirtió en el siglo XVI en un Palacio Episcopal que ha dado nombre al Yacimiento Arqueológico Casa del Obispo, un centro de 1.500 metros cuadrados abierto al público en 2006 y cerrado desde hace dos años por disputas judiciales con el Ayuntamiento.

También están clausuradas las entradas a las cloacas romanas, a las que se accede por edificios privados y algunas alcantarillas. El empresario y gestor de la Casa del Obispo, Germán Garbarino, ha comprado una propiedad desde la que se baja a una de estas canalizaciones del siglo III a. C.

Niños esclavos

A seis metros y medio bajo tierra, con una humedad que empapa estando quieto y una evidente falta de oxígeno que impide respirar con normalidad, por un conducto se filtra el agua a través de la porosa roca. “Por el tamaño de los picotazos se estima que la hicieron niños esclavos, lo corrobora la altura de los huecos para las lucernas”, dice mientras señala restos de humo negro. Sobre estas cloacas muestra además un aljibe del XVI cuya cobertura burdeos deja ver distintos niveles de agua. “Los materiales eran cal y pigmentos de almagra que formaban una masa impermeable”, apunta Garbarino, que construye unas termas en este edificio junto al recién inaugurado Teatro Romano, que es subterráneo.

No es todo. Bajo las murallas de la ciudad hay otro entramado de pasadizos construidos en el siglo XVII para atacar con pólvora y mover a soldados bajo tierra. Son las minas y contraminas, conocidas popularmente como las cuevas de María Moco, una mítica hechicera que vivía en estos túneles a finales del XVIII y se comía a los niños que se le acercaran. Una leyenda que pudo ser contada a los chiquillos para que no curiosearan en estos peligrosos pasadizos, utilizados por contrabandistas para trajinar con la mercancía.

Los accesos a estas construcciones abovedadas también están sellados. El espeleólogo y empresario Eugenio Belgrano los ha podido recorrer desde niño y en su afán por lo subterráneo abrió al público hace seis meses las Catacumbas del Beaterio, ubicadas en el centro de Cádiz y datadas en 1633, a las que se llega tras cruzar un pulcro patio blanco y bajar cinco metros de escaleras.

En las paredes aún se ven las siluetas de lo que pudieron ser los pudrideros de los cadáveres. “Este espacio fue usado como refugio en la Guerra Civil y como posible centro de reunión de los caballeros de Rosacruz, vinculados con la masonería”, asegura Belgrano mientras muestra una ilustración marcada en la pared con simbología de la orden realizada supuestamente en el XVIII. “Han venido a verlo muchos masones extranjeros y ahora un grupo de expertos la estudiará en profundidad”, avanza Belgrano, que ha publicado un libro sobre el Pozo de la Jara, ubicado en el centro de la ciudad y utilizado según sus estudios para cargar los barriles del segundo viaje a América de Cristóbal Colón.

Como es propio de lo oculto, de casi todo se dice, se cuenta, se cree… Está pendiente aún el estudio académico que confirme las teorías barajadas y también la apuesta de las Administraciones por el valor de este brillante patrimonio del que de momento solo disfrutan los escarabajos milenarios.

ABC:Myriam Seco: «la egiptología esta en auge y hay que aprovecharlo»


Antes de que cualquier templo sea abierto al público son mucos los años de trabajo constante los que deben pasar. Este es el caso del «Templo de Millones de Años de Tutmosis III» en Luxor, Egipto, cuyo proyecto dirige la egiptóloga española Myriam Seco.

Al borde de empezar la novena campaña, que durará desde septiembre a diciembre, esta privilegiada aprovechó su estancia en España para contar su experiencia profesional y para promover que se persiga la vocación sin importar las condiciones en la XVI Aula de Verano Ortega y Gasset de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP), donde se reunen los mejores cien estudiantes de Bachillerato y Formación Profesional del curso 2015-16.

Pero, ¿cómo ha logrado llegar hasta allí? «Me tuve que marchar de España para acabar mis estudios. Trabajé con excavaciones de diferentes países como Alemania, Francia o Estados Unidos... En arqueología submarina, en tierra… Estuve en todos los yacimientos que pude encontrar trabajo para aprender y coger experiencia para utilizarla en mi propio proyecto: Tutmosis III», cuenta.


El proyecto comenzó oficialmente en 2008, sin embargo ella lo comenzó dos años antes con el trabajo de documentación: «Un proyecto arqueológico no es solo personas excavando, es algo multidisciplinar. Antes de empezar tienes que estudiar el sitio, saber qué vas a encontrar, qué arqueólogos lo habían estudiado antes, qué habían hecho...». Incluso habiendo hecho este análisis previo minuciosamente, Seco tuvo sorpresas. «Recuerdo que durante la primera semana encontramos dentro del templo el almacén de una excavación anterior, de comienzos del siglo XX. Habían metido todo el material en una habitación que se había cubierto de arena», cuenta. En esa habitación había unos 2000 fragmentos olvidados. Todo ese material acumulado durante unos 4 ó 5 años no estaba publicado.

Un total de 150 obreros egipcios trabajan en este proyecto coordinados por 30 especialistas -arquitectos, dibujantes, documentalistas o epigrafistas, entre otros- trabajan para crear una base de datos en la que ya cuentan con más de 16.000 entradas. Entre ellas, se encuentran partes de uno de los hallazgos preferidos de la egiptóloga española: «Hace 3 años, cuando descubrimos que el Templo está construido en una necrópolis anterior del Imperio Medio, encontramos en una de las tumbas a una mujer con su aujar: dos pulseras de oro, un amuleto de oro. Es un material de mucha importancia y mucha belleza».

El auge de la egiptología
Además, Myriam Seco consiguió aprovechar el auge de la egiptología en España así como el éxito de su proyecto para conseguir dos plazas para estudiantes de doctorado de la Universidad de Granada que quieran estudiar aspectos concretros durante los siete años que aún quedan de trabajo. Durante este año uno de ellos estará centrado en los fragmentos en pieda arenisca, y el otro, en los diferentes objetos pequeños de la excavación como estelas o estatuillas. Ambos podrán completar sus estudios en la reconocida Universidad de Tübingen, Alemania.

La nueva etapa consistirá en la excavación del ala oeste del Templo, donde se han encontrado restos de época posterior a dicha construcción, más allá de la época Ramésida. Concretamente, se desarrollará en el exterior del muro perimetral norte donde se ha hallado una necrópolis de tumbas más humildes. Bajo el Templo, también se encontraron tumbas, como la número 21 del proyecto donde aparecieron dos momias femeninas. De momento, no se ha sido posible identificarlas, el también egiptólogo Zahi Hawass trata de averiguar si podría ser la reina Nefertiti.

miércoles, 24 de agosto de 2016

ABC:«Necesitamos más arqueólogos para conservar el patrimonio de Sevilla»


Los arqueólogos se quejan de la lentitud y los trámites burocráticos de la Junta de Andalucía para autorizar intervenciones. El hecho de que sólo puedan tener un proyecto activo les dificulta vivir de esta profesión.

Sí. La situación es mejorable. El problema de la arqueología es que es lenta y cara. Al arqueólogo se le exige presencia porque son procesos complicados de control. Eso hace que te admitan sólo una intervención. Está claro que quien se meta a arqueólogo no es para forrarse.

¿Eso explica que en Sevilla haya 200 arqueólogos colegiados y sólo 60 en activo?

Muchos son... porque la crisis ha sido terrible. Ahora parece que repunta porque si hay más obras hay más trabajo para los arqueólogos. A pesar de todo eso, en el grado de Arqueología hay más de 20 alumnos de toda Andalucía.

Estos días hemos conocido el estado de las Murallas de la Macarena, atacadas por especies vegetales invasoras, tras décadas sin intervenir en ellas. ¿Sevilla descuida su patrimonio?

Sí, aunque la vegetación parásita es algo continuo. Hay que conservar mucho para que las semillas que depositan los pájaros no enraícen. El patrimonio arqueológico de Sevilla necesita conservación preventiva y para ello es necesario reconocer a la arqueología. En la Gerencia Municipal de Urbanismo hay dos arqueólogos: uno para planeamiento y otro para las licencias, pero hacen falta más arqueólogos conservadores de la ciudad. Necesitamos arqueólogos que tengan en su cabeza el Antiquarium, las columnas, San Jorge, las Murallas, los baños de la Reina Mora... que se ocupen no sólo de su conservación preventiva, sino también de su difusión, sobre todo en una ciudad tan turística como Sevilla.

¿La caja fuerte de un banco es el mejor sitio para que esté el tesoro del Carambolo desde hace décadas?

Ahora sí es el mejor sitio porque no hay otro donde ponerlo bien. El tesoro del Carambolo acabó en una caja fuerte cuando se produjo una oleada de robos y se vio que no había seguridad. El mejor sitio para ese tesoro es el Museo Arqueológico. Lo que es inaceptable es que los gobiernos de todos los colores políticos no hayan ejecutado el proyecto del nuevo Museo Arqueológico, que está en un sitio bellísimo, pero está anticuadísimo. El edificio es del Estado, pero la gestión del museo es andaluza. ¿Quién tiene que poner dinero? Estado y Junta. Las administraciones son muy cicateras con la cultura y eso incluye el patrimonio arqueológico.

Usted intervino en el yacimiento arqueológico del Antiquarium, en la plaza de la Encarnación. ¿Se le ha sacado suficiente partido a ese hallazgo?

Necesita más atención y mejor gestión para hacerlo más atractivo. Bastaría incorporar muchos mosaicos que salieron allí, más información... todo eso lo haría más atractivo.

El lugar donde se encontró el Carambolo es hoy un vertedero donde hay una losa de hormigón. Presumimos tanto de tener el más importante tesoro tartésico y resulta que maltratamos el lugar donde lo hallamos. ¿No es una paradoja?

Pues sí. Ese es un sitio privado donde hay un Bien de Interés Cultural que es el yacimiento. ¿Quién limpia eso cuando es de acceso libre?

Recientemente hemos visto cómo unos vándalos destrozaban unos capiteles en los Jardines de Murillo. ¿Está Sevilla preparada para tener piezas arqueológicas en parques?

La ciudad no está preparada para tener a mano la belleza... porque también el Parque de María Luisa es objetivo continuo de ataques a su cerámica. Esos capiteles eran una copia de los originales, que fueron robados allí y que imagino estarán hoy en algunas casas.

¿Hay mucho expolio en Sevilla?

Siempre hay pero menos que hace 20 años, cuando hubo un boom. El Seprona ha hecho una buena labor y se ha especializado en esa línea. Por otra parte, ahora hay una percepción de que el expolio es un delito y además está mal visto socialmente. Hay gente que tiene una especie de coleccionismo compulsivo y enfermizo. Cuando veo colecciones procedentes de expolios siento náuseas.

Fue director de Itálica. ¿Nos puede deparar sorpresas ese yacimiento?

Sí. Aunque Itálica ha sufrido mucho expolio durante siglos, seguirá dándonos información.

Sigue habiendo mosaicos al aire libre en Itálica. En 2015 robaron parte de un mosaico en el yacimiento arqueológico de Écija, y en 2016 han sustraído el mosaico de Medusa en una villa romana de Marbella. ¿Deberían trasladarse los mosaicos a museos?

Siempre que se pueda, deben estar en su sitio. Lo que sí es indudable es que los mosaicos tienen que estar bajo techo para su conservación preventiva porque están sufriendo. En Itálica hacen falta propuestas claras para cubrirlos en la casa del planetario, la casa de los pájaros, la casa de Neptuno...

Esta semana han robado azulejos del siglo XVI en el monasterio de San Isidoro del Campo, en Santiponce. ¿Cómo es posible que eso ocurra?

Ese monumento debe disponer de mayor vigilancia y atención. El monasterio es un BIC de máxima importancia y está ahora bajo la gestión de la Consejería de Cultura. Una parte del monasterio es propiedad de Cultura, pero la parte de mayor importancia es de los marqueses de Miraflores y existe un acuerdo con ellos para gestionarlo por un número de años a cambio de la restauración que ya se ha hecho. En hemeroteca están los intentos de colaboración que ha buscado el Ayuntamiento con Cultura para cogestionar el monumento y mantenerlo abierto, porque Cultura lo cerraba. El municipio de Santiponce es de muy pequeña extensión y una parte sustancial la ocupan dos BIC de categoría: Itálica y San Isidoro. Siempre se ha insistido en que debería haber más impulso a estos monumentos por parte de Cultura para favorecer a esos municipios patrimoniales.

¿Es partidario de excavar el subsuelo de las Atarazanas hasta la cota original para eliminar cinco metros y medio de escombros vertidos en el siglo XVI?

No soy partidario de excavarlo en su totalidad, como defienden algunos. Apoyo excavar lo que se ha aprobado: toda la banda que pega a la muralla.

¿A qué destinaría las Atarazanas?



Metería el museo naval de Madrid, que está en un piso en el Paseo de la Castellana. Por otra parte, echaría de las Atarazanas a Hacienda, que destruyó cinco naves en los años 40.

¿Fue un error regalar las Atarazanas a La Caixa?

No fue un error pero lo que está claro es que la Consejería de Cultura se las ha quitado de en medio. Eso es evidente. Ahí lo que subyace es la falta de continuidad de proyectos.

Hace años que se hizo la cripta arqueológica en el Patio Banderas y aún no puede visitarse.

Es complicado abrirla porque necesita cumplir una normativa completa para acceder a un espacio subterráneo. El cierre de la cripta fue un poco precipitado pero es que tampoco había un proyecto perfecto para un espacio tan delicado como el Patio de Banderas. Hay que estudiar bien esos restos y tener en cuenta que lo que es Patrimonio Mundial son los palacios medievales y modernos del Real Alcázar. El subsuelo es anterior a ello.

Imagino que dentro de un arqueólogo hay siempre un niño deseando descubrir un tesoro.

Sí. Otra cosa es el concepto que cada uno tenga de tesoro.

¿Encontrar miles de monedas romanas, como ha ocurrido en Tomares, es el sueño de un arqueólogo?

No crea. Para los arqueólogos que están en Egipto su tesoro a veces es encontrar una inscripción maravillosa que le dé información del lugar. A veces eso colma más que una serie de vasos y cacharros. ¿Cuál es el tesoro de Atapuerca? Un hueso de un dedo de largo.

Vocación tardía
Fernando Amores (Sevilla, 1955), quinto de diez hermanos, estudió Historia del Arte en la Hispalense. Su vocación como arqueólogo fue tardía y le llegó de la mano de su compañero de facultad Juan Fernández Lacomba, quien lo animó a colaborar con Ramón Corzo en una excavación arqueológica del centro de Sevilla. Exdirector de Itálica, Amores ha intervenido en grandes conjuntos arqueológicos, como el monasterio de la Cartuja, el Antiquarium, la iglesia del Salvador, las Torre del Oro o las Atarazanas. Profesor titular de Arqueología en la Universidad, este sevillano aprovecha sus viajes turísticos para visitar yacimientos arqueológicos fuera de los circuitos más concurridos en Egipto, Marruecos, Turquía, Grecia, Marruecos, México o Perú.

martes, 23 de agosto de 2016

National Geographic:Nuevos hallazgos prerromanos y romanos junto a la Puerta de Herculano de Pompeya


Nuevos hallazgos de época prerromana y romana en las inmediaciones de la Puerta de Herculano, una de las puertas de Pompeya, que conducía a la vecina ciudad de Herculano. Unos arqueólogos franceses e italianos han excavado una nueva tumba samnítica, tras la descubierta el año pasado, y cerca del área funeraria han descubierto tres monedas de oro, un colgante de un collar, los esqueletos de cuatro pompeyanos que murieron sepultados por la erupción del Vesubio, un horno para fabricar objetos de bronce y una cantera para extraer materiales de construcción, según informó el viernes la Superintendencia Arqueológica de Pompeya. El 16 de mayo comenzó la campaña arqueológica, en la que participan la Superintendencia Arqueológica de Pompeya, la Escuela Francesa de Roma, el Centro Jean Bérard y el CNRS.

La sepultura samnítica, del siglo IV a.C., ha sido exhumada junto a la necrópolis de Porta Ercolano. Es una tumba del tipo cista, construida con losas de piedra caliza y que conservaba su ajuar funerario completo, compuesto por un mínimo de seis vasos de barniz negro. En el interior había un esqueleto, probablemente un hombre, boca arriba y con el ajuar situado a ambos lados del cuerpo, en los brazos y en los pies. Los samnitas fueron un pueblo itálico muy belicoso que ocupó la Campania y se enfrentó a Roma en numerosas ocasiones, hasta que acabó derrotado en la batalla de la Puerta Colina, en el año 82 a.C.

Las tres monedas de oro corresponden a tres áureos fechados entre el 74 y el 78 d.C., en uno de los cuales se distingue la efigie del emperador Vespasiano. Las monedas y el probable colgante, una flor en pan de oro, han sido hallados entre los esqueletos de cuatro pompeyanos jóvenes, entre ellos una adolescente, que se vieron sorprendidos por la erupción del Vesubio en el año 79 d.C., que arrasó Pompeya, Herculano y otras localidades.

Los fossores, excavadores clandestinos que buscaban objetos preciosos y metales, habían rebuscado en este lugar y en un ambiente contiguo, donde ha aparecido un horno vertical, accesible a través de unos escalones. Este espacio podría estar relacionado con la fabricación de objetos de bronce, un supuesto que se confirmará o desmentirá en las próximas investigaciones. Por último, la exploración de un segundo taller, cercano a la puerta de la ciudad, ha sacado a la luz un espacio utilizado como cantera para extraer materiales. En el centro hay una estructura misteriosa: un pozo circular de 1,75 metros de diámetro, excavado en el terreno natural y accesible a través de una escalera de caracol. El tufo volcánico del fondo, poco consistente, probablemente desalentó a los excavadores antiguos, que abandonaron la estructura y la rellenaron.

lunes, 22 de agosto de 2016

El proyecto arqueológico de Sisapo mira hacia un edificio tartésico



El proyecto arqueológico del yacimiento de Sisapo pone su mirada en una zona elevada cercana a la loma volcánica de la pedanía almodovareña de La Bienvenida, donde están localizadas unas herrerías de la época romana alto imperial y un edificio de grandes dimensiones de la época tartésica, que avala la existencia de comunidades íberas en la zona antes de la llegada de los romanos. El arqueólogo y responsable del proyecto, Germán Esteban, explica que una vez terminada la excavación y las investigaciones de la ‘Casa de las columnas rojas’, la famosa domus urbana que data de la época del emperador Augusto y cuyos suelos contienen unos mosaicos de gran belleza, “los trabajos vuelven a un área que desde el año 2000 no había tenido avances” y que suscita un gran interés por la superposición de restos de diferentes épocas, entre ellos algunos del siglo VII antes de Cristo.

A la espera de retomar las líneas de actuación que empezaron en junio y julio, y que seguirán en septiembre, Germán Esteban señala que “debajo de las herrerías del siglo II de nuestra era, hay un edificio muy interesante, muy grande y situado  en un lugar privilegiado”. El arqueólogo además explica que “los materiales encontrados denotan que fue un edificio principal en aquella época para esta ciudad”, que es clave para entender la historia de la mitad sur de la provincia de Ciudad Real y para conocer la gestión minera de la vertiente norte de Sierra Morena. De hecho, Esteban añade que los datos que resulten de las nuevas investigaciones de campo “serán fundamentales para entender el transcurso de la protohistoria en la región”, como enclave excepcional para comprender el aprovechamiento de la minería de las poblaciones desde la prehistoria hasta la actualidad.

En la línea de los últimos veranos, aunque con menos manos que en 2015, los trabajos en Sisapo comenzaron este año en junio impulsados por el Ayuntamiento de Almodóvar del Campo, que contribuye al desarrollo del proyecto arqueológico con dos obreros a lo largo de tres meses. Asimismo, en el mes de julio, al igual que en septiembre, también se incorporó un técnico aportado por la Universidad de Educación a Distancia (Uned), que patrocina el proyecto. Debido a la falta de un mantenimiento continuo del lugar, las tareas en junio estuvieron centradas en la limpieza y el acondicionamiento de Sisapo, que estaba inundado de vegetación tras la lluviosa primavera. Ahora bien, Germán Esteban aclara que “el deterioro de restos es mínimo a lo largo del año”, a pesar de la falta de un mantenimiento continuo; porque según indica, “los restos delicados están protegidos”, como es el caso de los mosaicos que están totalmente cubiertos.

Las excavaciones en el nuevo área comenzaron en julio y en septiembre seguirán centradas en las herrerías de la época romana alto imperial, “unas estancias de gran tamaño que contienen estructuras relacionadas con la transformación de hierro y espacios de forja”. Estas herrerías son de una gran relevancia arqueológica, pues Sisapo fue un centro de referencia en la producción y exportación de metales y minerales, una de las principales paradas en la Vía 29 del Itinerario de Antonio, que unía Mérida con Zaragoza, y una de las poblaciones más prósperas de la zona.

El responsable del proyecto reconoce que “la excavación de  las herrerías va a ser muy compleja por la superposición de restos”. Por este motivo, Germán Esteban señala que “habrá una excavación completa y luego realizaremos una documentación exhaustiva, incluso con reproducciones digitales en tres dimensiones de los restos hallados”; ya que, con el fin de acceder a los restos del edificio que hay debajo, según destaca, “habrá que desmontar las herrerías” y su disposición tendrá que estar perfectamente detallada para que exista en un futuro la posibilidad de volver a construirlas en otro espacio.
El objetivo central de estas nuevas excavaciones es llegar a este singular edificio del que tienen constancia desde hace dieciséis años, pero que hasta el momento no habían abordado. Hasta ahora sólo hay localizado un ángulo de esta construcción y su fecha exacta de edificación todavía esta por determinar, pero los arqueólogos responsables del proyecto  confían en que servirá para desvelar el desarrollo histórico previo a la época de mayor esplendor de esta ciudad, que fue en torno al siglo I antes y después de Cristo.

Con respecto a la conocida ‘Casa de las columnas rojas’, el edificio que ha causado el interés de turistas y vecinos de la zona en las últimas décadas, Germán Esteban admite que una vez excavada la mayor parte de su superficie, alrededor de 1.200 metros cuadrados, “el proyecto de la domus romana queda aparcado y preparado para musealizar con el fin de exponer al público sus tesoros”. El arqueólogo responsable del proyecto de Sisapo destaca que “hemos cerrado un capítulo y abrimos uno nuevo, aunque sería sensacional que todos los hallazgos se pudieran compartir con el público general”. El proyecto arqueológico alcanzó el año pasado un punto álgido al completar el recorrido global de la domus romana desde su construcción hasta su amortización, aunque siempre estará abierto a nuevas investigaciones.