miércoles, 12 de octubre de 2016

Romanos hasta las cachas


Dos mil años después seguimos siendo los mismos. Así lo asegura el profesor de Arqueología Romana de la Universidad Complutense de Madrid, Ángel Morillo, que sostiene que somos romanos tanto en los aspectos positivos como en los más oscuros. «Hay un libro, titulado Los olvidados de Roma, en el que se habla de la arqueología del sentimiento. Y es que la manera de sentir no ha cambiado. Lo único diferente son las formas exteriores», sostiene Morillo Cerdán, que se refiere a cuestiones tan elementales como el amor y la muerte. «Hemos encontrado esqueletos abrazados, enterrados juntos», explica el especialista, que añade que el amor romántico —según lo conocemos hoy— hunde sus raíces en la antigua Roma. «Lo mismo ocurre con la formulación del amor a los hijos, el temor materno a que se vayan sin que nadie les proteja, y que también es el mismo que el que experimentamos hoy». El profesor explica que la arqueología ha encontrado tumbas infantiles en las que los padres depositaron juguetes y poemas —carmenes— con los que trataban de velar por ellos. «A los niños les enterraban bajo las casas, saltándose con ello toda la legislación, con la finalidad de que se quedara siempre con la familia. En León hay un ejemplo. Hace años que apareció una niña romana bajo una vivienda», explica Morillo, que añade que esta costumbre continuó en época medieval a pesar de la prohibición de la Iglesia.

«La ambición, el poder, las conspiraciones, intentar conseguir el poder al precio que sea, también es algo que heredamos de Roma», defiende el historiador, que considera que el proceso final de disolución de la República y el ascenso de los generales recuerda a episodios nacionales cercanos. «La compra de votos y voluntades, la capacidad de seducción de los generales, la crueldad más absoluta, los asesinatos...» Ángel Morillo explica que el carisma de César llevó a que dijeran de él que era ‘el marido de todas las mujeres y la mujer de todos los maridos de Roma’. «Ahora, se busca la muerte civil del contrincante de manera parecida a como se realizaba entonces», subraya el profesor, que explica que en Roma había libelistas profesionales que escribían textos difamatorios para acabar con la reputación de personajes públicos. «Todos sabían quién les pagaba», precisa.

Intelectuales acríticos

La cultura, como ahora, también estaba subvencionada. Ángel Morillo precisa que los ricos mantenían a artistas, poetas y escritores en beneficio propio. «Como ocurre ahora, entonces había muy pocos escritores que vivieran de su propia producción. Ahora, viven de grandes grupos editoriales, entonces, lo hacían de hombres como Augusto, Mecenas o Julio César», asegura. El historiador reta a encontrar algún texto crítico con el poder establecido de escritores como Virgilio, Tito Livio o Estrabón. «Eran cajas de resonancia a favor del poder sin actitud crítica. Ninguno de ellos relata, por ejemplo, las barbaridades que cometió Augusto para llegar al poder».

Populismo y subvención

El uso del espectáculo como modo de evacuación psicológico resuena también hasta nuestros días. Morillo Cerdán subraya que los romanos convirtieron los espectáculos funerarios (gladiadores y cuádrigas) en grandes representaciones populares, como una válvula de control social. El PER o la más reciente renta mínima de ciudadanía tampoco lo descubrimos en esta época. El uso de la subvención como arma política hunde sus raíces en la civilización clásica. «Hay que recordar, además, que la plebe no trabajaba y vivía del Estado, de lo que llegaba de las provincias», explica el historiador, que explica además que, al estar ociosa, era una clase que necesitaba estar entretenida. Para lograrlo, más de la tercera parte del año era fiesta. «Tenían más de cien días al año de juergas subvencionadas. Para entender la importancia que Roma daba a la fiesta no tiene más que pensar que había recintos con capacidad para 300.000 personas», describe.

Incluso la figura del hooligan fue un invento romano. En el circo había cuatro colores —blanco, rojo, azul y verde— y los hinchas eran tan fanáticos que siempre había asesinatos a la salida del circo. «Se comportaban como fanáticos», asegura Morillo, que precisa que el emperador Justiniano estuvo a punto de ser derrocado a cuenta de uno de estos enfrentamientos. Fue la revuelta de Niká que, propiciada por una discusión entre las facciones rivales ‘verdes’ y ‘azules’ sobre carreras de carros, se transformó en un estallido popular sin precedentes al creer los verdes que el emperador apoyaba a sus contrincantes.

En temas relativos a la religión, las cosas han cambiado. «La religión propiamente dicha era fría. En los templos no se entraba y se trataba de una cuestión más política que religiosa», defiende Ángel Morillo que revela que, sin embargo, la población de Roma era muy supersticiosa. «Trataban de hacer favorables a las divinidades de la naturaleza. Eran animistas y practicaban la magia propiciatoria», asegura el investigador, que asegura que se han encontrado restos de filtros mágicos, pruebas de que realizaban prácticas de magia negra y defixiones —tablillas de maldiciones—. «Esa religión animista fue adoptada por el cristianismo en sus santos. Lo mismo ocurre con la muerte. «Hemos cubierto dos mil años de un círculo y ahora estamos buscando otras certezas», argumenta el profesor, que explica que la muerte es una de las cuestiones que Roma no sabía explicar. «No está claro si creían o no en la trascendencia. Por esa razón, el cristianismo triunfó de esa manera, porque les aportó algo a lo que agarrarse en el trance final», explica. Así, el investigador revela que los cristianos romanos llamaban a la muerte el día natalis, con un objetivo claramente consolador. «El cristianismo igualó a todos. Desde que se instauró, todos tenían alma y todos optaban a la vida eterna, incluidas las mujeres, que fueron las más fervientes seguidoras de la nueva religión», justifica.

Ángel Morillo destaca además que en el cristianismo primitivo las mujeres eran diaconisas, con lo que les aportó esa condición de conexión con Dios. «Ahora, parece que en eso también estamos regresando a Roma con el nuevo papado».

Irak-Hispania

Otro de los ‘inventos’ romanos que ha pervivido hasta nuestros días es el ejército en todos sus conceptos de disciplina, maquinaria paralela al estado, los estandartes y banderas, la estricta jerarquía, la independencia respecto al resto de poderes. «Todas esas características del ejército actual nos fue legado por el imperio», sostiene Ángel Morillo. Así, se refiere a las similitudes que pueden verse entre las bases norteamericanas en países aliados con los campamentos de las legiones romanas. Funcionaban de la misma manera. «Tenían sus propios ingenieros, sus propios médicos y hospitales, trazaban ciudades ajenas al resto del mundo que colonizaban», explica.