sábado, 31 de diciembre de 2016

Viver comienza los trabajos de revalorización del yacimiento de El Prado


El Ayuntamiento de Viver ha comenzado los trabajos de revalorización del yacimiento de «El Prado», una antigua Villa romana, ubicada en la partida de los Cabillos, a unos tres kilómetros del núcleo poblacional. Este yacimiento salió a la luz en 2007, después de la realización de las catas para ejecutar las excavaciones para la colocación del montaje de varias torres eléctricas de evacuación del parque eólico de la zona seis.

Tras las catas, los arqueólogos detectaron esta villa, de las más antiguas que conserva el municipio que, ahora, subvencionada por el propio ayuntamiento en una primera fase de actuación por un total de 15.000 euros, se está poniendo en valor bajo la dirección del arqueólogo Manuel Molina.

Tal como apuntaron ayer desde el consistorio, el ayuntamiento ha impulsado este proyecto «con el objetivo de recuperar los restos y hacerlos accesibles al público».

Las labores de recuperación han comenzado con la limpieza arqueológica de las estructuras, y continuarán con la reparación y levantamiento de algunos muros, y la colocación de paneles informativos, lo que permitirá al visitante entender los restos.

Después de esta fase, el consistorio estudiará emplear una segunda fase para continuar con las labores.

Sería hace tres años, cuando el consistorio viverense adquiriese las parcelas en las que se hallaron los restos con el fin de poner en valor este patrimonio histórico y convertirlo en un atractivo turístico. Para ello, los restos fueron además declarados bien de relevancia local y fueron vallados de manera perimetral para, en la medida de lo posible, preservar su conservación. Sin embargo, la falta de protección de los restos desde su descubrimiento ha provocado durante los últimos años una rápida erosión del yacimiento en muros y estructuras, con un serio peligro de desaparición.

El yacimiento de El Prado fue documentado como una villa romana de tipo agrícola, del periodo Alto Imperial (ss. I – III d.C.), en la que se exhumaron diversos espacios y zonas de uso, como un pequeño complejo termal o un patio porticado en zona residencial.

viernes, 30 de diciembre de 2016

Las 'Canteras Romanas' de Cartagena


El gobierno municipal pondrá en marcha nuevas medidas para la recuperación y conservación de las canteras romanas. De este modo, el Ayuntamiento llevará a cabo la elaboración de un Plan Director para este yacimiento, así como la realización de una campaña de concienciación y divulgación entre los cartageneros para dar a conocer su valor.

Por ello, tal y como se anunció hace unos meses, la Concejalía de Patrimonio Arqueológico va a elaborar la campaña de información y sensibilización, que incluirá a los colegios de primaria y las asociaciones de vecinos, con la intención de hacer extensivo el respeto por este monumental patrimonio declarado 'Bien de Interés Cultural' (BIC). Asimismo, se identificará a los propietarios para tratar con ellos las actuaciones a realizar.

La siguiente medida, será la realización del Plan Director, que incluya todas las actuaciones a determinar y a llevar a cabo en los próximos años "con el fin de que todos los cartageneros puedan disfrutar de las canteras romanas en todo su esplendor”, según el concejal de patrimonio Ricardo Segado.

jueves, 29 de diciembre de 2016

El “saludo romano”


En Roma se estableció el conocido como “saludo romano”, extendiendo el brazo hacia delante, de manera recta, con la palma de la mano hacia abajo. El brazo se extendía de forma paralela al suelo o formando un ángulo no determinado hacia arriba. Aunque se denomine como romano no siempre se usó en la larga Historia romana, siendo más frecuente en tiempos del Imperio. Así podemos verlo en la Columna Trajana donde los legionarios saludan al emperador, y en muchas estatuas de emperadores, especialmente en las de Augusto, tan comunes por toda la geografía imperial, o en el retrato ecuestre de Marco Aurelio, por aludir a algunos ejemplos sobresalientes. Prueba de la variedad en las formas de este signo tendríamos un relieve del siglo II d.C. en Éfeso donde el saludo en los funerales de un militar se hace con la mano abierta hacia delante, pero hacia el suelo en un ángulo de cuarenta y cinco grados.  

El “saludo romano” se recuperó en la pintura neoclásica, a caballo entre los siglos XVIII y XIX, precisamente por la inspiración de este estilo en la Antigüedad clásica, reinterpretando el signo como propio de la ciudadanía en clara alternativa al sistema político de la Monarquía absoluta de súbditos. Jacques-Louis David, el principal de todos los pintores neoclásicos, nos ha dejado tres fundamentales ejemplos del empleo del “saludo romano”. El primer caso estaría en el cuadro del Juramento de los Horacios de 1784, donde los protagonistas, los Horacios, trillizos romanos, destinados a la guerra contra los Curiacios para intentar solventar la disputa entre Roma y Alba Longa, se juramentan ante su padre para demostrar su deber como romanos, a pesar de los lazos que les unían a sus contendientes a través de las esposas y hermanas. Aparecen con el brazo extendido y la palma hacia abajo, y simbolizan el deber cívico por encima de todo, incluido el vínculo familiar. En 1792, nuestro protagonista pinta el famoso Juramento del Juego de Pelota, donde los miembros del Tercer Estado se juramentan, empleando el saludo romano, manifestando el valor de la solidaridad frente al absolutismo y el obsoleto sistema de los Estados Generales. Por fin, ya en tiempos de Napoleón vuelve a aparecer el “saludo romano” en un tercer cuadro del pintor francés, el denominado La distribución de las Águilas, donde el emperador de los franceses entrega estandartes con figuras de águilas a los regimientos de la Grande Armée, cuyos miembros alzan el brazo, en señal de lealtad. En este caso no se trataba de glorificar deberes cívicos sino la obediencia al emperador. Los tiempos habían cambiado y la Revolución se había domesticado. 

La influencia de estas tres obras en el arte occidental decimonónico fue evidente, contribuyendo a convertir el “saludo romano” en señal de juramento, más que como saludo en sí. En este sentido, influyó en la propia vida política, ya que el clérigo Francis Belamy consiguió que las autoridades norteamericanas establecerían el “saludo romano” en el juramento de lealtad a la bandera en el año 1892. El brazo se extendía hacia el cielo con leve inclinación hacia delante, pasando a convertirse en el “saludo Belamy”. 

En el siglo XX el “saludo romano” reaparece en Europa al poco de terminar la Gran Guerra, cuando Gabriele D’Annunzio dirige al grupo armado de italianos en el asalto al Fiume, culmen del irredentismo italiano, y de los inicios del fascismo. El “saludo romano” comienza a adquirir un nuevo significado, con una peculiar reinterpretación del mismo al intentar vincular los nuevos tiempos con el Imperio Romano, expresión de orgullo nacionalista, y que culminaría con la adopción de dicho saludo por parte de Mussolini y el nuevo régimen que se instaura en Italia. El modelo pasaría a la Alemania de Hitler y a otros movimientos fascistas como la Falange española y luego a la primera época de la dictadura franquista, que lo elevó a saludo oficial hasta que la victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial provocó su arrinconamiento en el ámbito interno del denominado Movimiento Nacional por evidentes razones de supervivencia en el nuevo contexto internacional. Esta contaminación del “saludo romano” por parte de ideologías y movimientos totalitarios fascistas provocó que el gobierno de los Estados Unidos cambiase en 1942 el saludo en el juramento de lealtad a la bandera por el actual, consistente en llevarse la mano derecha al pecho. 

miércoles, 28 de diciembre de 2016

El País:El evangelio de Judas


Con un leve temblor parkinsoniano en las manos, el profesor Rodolphe Kasser cogió el antiguo texto y empezó a leer en voz clara y resonante: «pe-di-a-kan-aus ente pla-nei». Las extrañas palabras eran copto, la lengua hablada en Egipto en los albores del cristianismo. Nadie había vuelto a oírlas desde que la primitiva Iglesia cristiana prohibió a sus adeptos la lectura de aquel documento.

De algún modo este ejemplar sobrevivió, oculto durante siglos en el desierto egipcio. Finalmente fue descubierto a fines del siglo XX, para luego desvanecerse en el submundo de los traficantes de antigüedades, uno de los cuales lo abandonó durante dieciséis años en la cámara acorazada de un banco de Hicksville, en Nueva York. Cuando llegó a manos de Kasser, el papiro (una especie de papel hecho con plantas acuáticas secas) se estaba desintegrando, y su mensaje estaba a punto de perderse para siempre.

El erudito de 78 años, uno de los expertos en copto más acreditados del mundo, terminó la lectura y depositó con cuidado la hoja sobre la mesa. «Es una lengua preciosa, ¿verdad? Egipcio escrito en caracteres griegos.» Sonrió. «Es un pasaje en el que Jesús explica a los discípulos que están yendo por el mal camino». Kasser está entusiasmado con el texto, y con razón. La línea inicial de la primera página reza: «Crónica secreta de la revelación hecha por Jesús en conversación con Judas Iscariote...». Después de casi 2.000 años, el hombre más odiado de la historia vuelve a aparecer.

Todo el mundo recuerda la historia del amigo dilecto de Jesús, uno de los doce apóstoles, que lo vendió por 30 monedas de plata, señalándolo con un beso. Después, enloquecido por el remordimiento, se ahorcó. Judas es el símbolo de la traición por excelencia. En los mataderos llaman «judas» a la cabra que conduce a los animales al degolladero. En Alemania, el registro civil puede impedir que los padres pongan el nombre de Judas a sus hijos. Los guías de la antigua iglesia de la Virgen María, conocida como la «iglesia colgante», en el barrio copto de El Cairo, señalan una columna negra que destaca entre la columnata blanca del templo: Judas, desde luego. El cristianismo no sería el mismo sin su traidor.
Hay un trasfondo siniestro en las representaciones tradicionales de Judas. A medida que el cristianismo se distanciaba de sus orígenes como secta judía, los pensadores cristianos fueron encontrando cada vez más conveniente culpar al pueblo judío del arresto y la ejecución de Cristo, y presentar a Judas como el arquetipo de judío. Los cuatro Evangelios, por ejemplo, son indulgentes con Poncio Pilatos, el procurador romano de Judea, pero condenan a Judas y a los sumos sacerdotes judíos.

La «crónica secreta» nos presenta un Judas muy distinto. En esta versión, es un héroe. A diferencia de los otros discípulos, comprende verdaderamente el mensaje de Cristo. Al entregar a Jesús a las autoridades de Roma, no hace más que cumplir el mandato de su líder, plenamente consciente del destino que le espera. Jesús le advierte: «Te maldecirán».

Esta afirmación resulta suficientemente sorprendente como para levantar sospechas de fraude, algo habitual en las supuestas antigüedades bíblicas. Por ejemplo, una urna vacía de piedra caliza que, según se dijo, había contenido los huesos de Santiago, hermano de Jesús, atrajo gran cantidad de público cuando fue expuesta en 2002, pero pronto se descubrió que se trataba de una ingeniosa falsificación.

Un Evangelio de Judas resulta mucho más tentador que una caja vacía, pero hasta el momento todas las pruebas realizadas confirman su antigüedad. National Geographic Society, que contribuye a financiar la restauración y la traducción del manuscrito, ha encargado a un importante laboratorio de datación por carbono 14 de la Universidad de Arizona el análisis del códice que contiene el evangelio. El análisis de cinco muestras distintas del papiro y la cubierta de cuero fijan la fecha del códice en algún momento entre los años 220 y 340 d.C. La tinta parece ser una antigua receta: una combinación de sulfato ferroso, tanino, goma arábiga y agua, mezclada con tinta de negro de humo. Además, según los expertos en copto, el evangelio contiene giros reveladores que indican que fue traducido del griego, el idioma original de la mayoría de los textos cristianos escritos durante los siglos I y II. «Todos coincidimos en situar esta copia en el siglo IV», asegura un experto.

Otra confirmación nos llega del pasado. Hacia el año 180 d.C., Ireneo, obispo de Lyon en la Galia romana, escribió un tratado titulado Contra las herejías. El libro era un ataque feroz a todos aquellos cuyos puntos de vista sobre Jesús y su mensaje se apartaban de la ortodoxia de la Iglesia. Entre los blancos de sus críticas había un grupo que veneraba a Judas, «el traidor», y que había producido una «historia falsa», que «llaman el Evangelio de Judas». Al parecer, varios decenios antes de que se escribiera el manuscrito que Kasser tiene en sus manos, el colérico obispo ya tenía noticias del texto original griego.

Ireneo tenía un montón de herejías contra las cuales luchar. En los primeros siglos del cristianismo, lo que para nosotros es la Iglesia, que funcionaba con una jerarquía de sacerdotes y obispos, era sólo uno de los numerosos grupos inspirados en Jesús. El experto en la Biblia Marvin Meyer, de la Universidad Chapman, que ha colaborado con Kasser en la traducción del evangelio, resume aquella situación como «el cristianismo en busca de su estilo».

Seguidores de un cristianismo primitivo
Muchos de esos grupos eran gnósticos, seguidores de la misma línea del cristianismo primitivo recogido en el Evangelio de Judas.

«Gnosis significa “conocimiento” en griego –explica Meyer–. Los gnósticos creían en un principio supremo de bondad, entendida como una mente divina, más allá del universo físico. El ser humano posee una chispa de ese poder divino, pero está aislado de la divinidad por el mundo material que le rodea». Para los gnósticos, un mundo defectuoso, obra de un creador inferior y no del Dios supremo.

Mientras que los cristianos como Ireneo sostenían que sólo Jesús, el hijo de Dios, era a la vez humano y divino, los gnósticos creían que la gente corriente podía estar conectada con Dios. La salvación se alcanzaba despertando la esencia divina del espíritu humano y conectándola con Dios. Para eso se precisaba la guía de un maestro, y tal era, según los gnósticos, la función de Cristo. Aquellos que interiorizaban su mensaje podían ser tan divinos como el propio Cristo.

De ahí la hostilidad de Ireneo. «Esos grupos eran místicos –dice Meyer–. Los místicos siempre han desatado las iras de la religión institucionalizada. Oyen la voz de Dios en su interior y no necesitan sacerdotes intermediarios».

Ireneo comenzó su libro al regresar de un viaje y encontrarse a sus fieles soliviantados por un predicador gnóstico llamado Marcos, que animaba a sus iniciados a demostrar su contacto directo con la divinidad mediante profecías.

Hasta hace pocas décadas, tales doctrinas se conocían básicamente a través de las críticas hechas por líderes ortodoxos como Ireneo. Pero en 1945, cerca de la localidad egipcia de Nag Hammadi, unos campesinos hallaron dentro de una tinaja de barro un conjunto de textos gnósticos que llevaban siglos perdidos. Entre ellos había más de una docena de versiones inéditas de las enseñanzas de Cristo, incluidos los Evangelios de Tomás y de Felipe, y el Evangelio de la Verdad. Ahora tenemos el Evangelio de Judas.

En el pasado, algunas de estas versiones pudieron haber tenido mayor circulación que los cuatro Evangelios más conocidos. «La mayoría de los manuscritos o fragmentos del siglo II que hemos hallado son copia de otros libros cristianos», afirma Bart Ehrman, profesor de estudios religiosos de la Universidad de Carolina del Norte. Una faceta del cristianismo primitivo oculta desde hace tiempo está emergiendo.

La idea de que existan «evangelios» que contradigan a los cuatro canónicos del Nuevo Testamento resulta muy inquietante para algunos, como pude comprobar cuando comí con Meyer en un restaurante de Washington, D.C. «Es apasionante –exclamó–. El manuscrito explica por qué Jesús distinguió a Judas como el mejor de sus discípulos. Los otros no lo entendieron».

El restaurante se había vaciado y estábamos solos, perdidos en el siglo II, cuando el maître le entregó dubitativamente una nota a Meyer. El texto rezaba: «Dios habló a través de un libro». Al parecer, alguien sentado cerca de nuestra mesa había interpretado que Meyer ponía en tela de juicio que la Biblia fuera la palabra de Dios.

De hecho, no está claro si los autores de los evangelios –ni siquiera los de los cuatro más conocidos– presenciaron los sucesos que narran. Craig Evans, estudioso bíblico del Acadia Divinity College, de confesión evangélica, opina que los Evangelios canónicos acabaron por eclipsar a los otros. «Los primeros grupos de cristianos por lo general eran pobres. Sólo tenían medios para encargar la copia de unos pocos libros, de modo que sus miembros dirían “yo quiero el Evangelio del apóstol Juan”, y así sucesivamente –argumenta–. Los Evangelios canónicos son los que ellos mismos consideraban más auténticos». O quizá las alternativas fueron sencillamente derrotadas en la batalla del pensamiento cristiano.

El Evangelio de Judas es un vívido reflejo de la lucha librada hace mucho tiempo entre los gnósticos y la Iglesia jerárquica. Ya al inicio del texto, Jesús se ríe de sus discípulos por rezar a «vuestro dios», refiriéndose al dios demiurgo que creó el mundo. Compara a sus discípulos con un sacerdote del templo (casi con certeza una referencia a la ortodoxia de la Iglesia), a quien tilda de «maestro de falsedades» y acusa de «sembrar árboles infructíferos, en mi nombre, de manera vergonzosa». Exhorta a los discípulos a mirarlo y comprender quién es él realmente, pero ellos vuelven la vista.

El pasaje clave viene cuando Jesús le dice a Judas: «Tú sacrificarás el cuerpo en el que vivo». Esto significa, en pocas palabras, que Judas va a matar a Jesús y que así le hará un favor. «El hombre en el que vive no es Jesús en absoluto –dice Meyer–. Por fin podrá deshacerse de su cuerpo, de su parte material, liberando así al Cristo verdadero, al ser divino que existe en su interior».

El hecho de que la tarea le sea confiada a Judas es un signo de su estatus especial. «Levanta los ojos y mira la nube con luz en su interior y las estrellas que la rodean –le insta Jesús–. La estrella que indica el camino es tu estrella». Al final, Judas tiene una revelación e ingresa en una «nube luminosa». La gente en la tierra oye una voz que sale de la nube, aunque puede que nunca sepamos lo que dice, a causa de un desgarro en el papiro.

El evangelio termina bruscamente, con una breve nota en la que se cuenta que Judas «recibió algo de dinero» y entregó a Jesús a los soldados que habían ido a arrestarlo.

Para Craig Evans, este relato es una invención sin sentido escrita hace mucho tiempo. «No hay nada en el Evangelio de Judas que nos diga algo históricamente verosímil», afirma.

Pero otros estudiosos lo consideran una nueva e importante aportación al estudio del pensamiento de los primeros cristianos. «Esto cambia la historia del cristianismo en sus inicios –asegura Elaine Pagels, catedrática de religión en la Universidad de Princeton–. Nosotros no buscamos en los Evangelios información histórica, sino los fundamentos de la fe cristiana».

«Es un hallazgo muy importante –conviene Bart Ehrman–. Muchos se sentirán molestos».

Un texto que tumbaría a un cura
El padre Ruwais Antony es uno de ellos. Desde hace 27 años el venerable monje vive en el monasterio de San Antonio, un refugio aislado en el desierto oriental de Egipto. En una visita al lugar le pregunté qué la parecía la idea de que Judas hubiese entregado a Jesús actuando a petición suya, y que por lo tanto fuese un hombre bueno. Ruwais se sintió tan turbado ante esa idea que casi perdió el equilibrio y tuvo que apoyarse en la puerta. Después, sacudió la cabeza con disgusto, murmurando: «Nada recomendable».

Antes, el padre Ruwais me había llevado a la iglesia de los Apóstoles. Bajo nuestros pies se hallaban las celdas originales, sepultadas durante mucho tiempo y excavadas recientemente. Aquellas celdas habían sido construidas por el mismísimo San Antonio cuando fundó la comunidad a principios del siglo IV.

Pocos años después de aquel acontecimiento, un escriba anónimo cogió su cálamo de junco y una hoja de papiro y empezó a copiar: «Crónica secreta...». El amanuense no pudo estar muy lejos, ya que el área donde supuestamente fue hallado el códice se encuentra a 65 kilómetros al oeste. Puede que hasta fuera un monje, pues se sabe de algunos monjes que veneraban los textos gnósticos y los conservaban en sus bibliotecas.

Sin embargo, a finales del siglo IV no era muy prudente poseer ese tipo de libros. En el año 313, el emperador Constantino había legalizado el cristianismo, pero su tolerancia sólo incluía a la Iglesia organizada, sobre la cual hizo llover riquezas y privilegios, por no mencionar las exenciones de impuestos. Los herejes, cristianos que no aceptaban las doctrinas oficiales, no contaban con ningún apoyo, eran penalizados y finalmente se les prohibió que siguieran reuniéndose.

Ireneo ya había señalado los cuatro Evangelios de San Mateo, San Lucas, San Marcos y San Juan como los únicos que los cristianos debían leer, y su lista acabó por convertirse en política oficial de la Iglesia. En el año 367, Atanasio, influyente obispo de Alejandría y gran admirador de Ireneo, emitió una orden que debía ser acatada por todos los cristianos de Egipto en la que enumeraba 27 textos, entre ellos los cuatro Evangelios actuales, como los únicos libros del Nuevo Testamento que podían considerarse sagrados. La lista se mantiene hasta hoy.

No podemos saber cuántos libros se perdieron mientras la Biblia cobraba forma, pero sabemos que algunos fueron ocultados. Los libros hallados en Nag Hammadi fueron escondidos en el interior de una sólida tinaja, alta hasta la cintura, tal vez por monjes del cercano monasterio de San Pacomio. Uno de ellos habría podido esconder el Evangelio de Judas, que apareció junto con otros tres textos gnósticos.

Los documentos sobrevivieron durante siglos de guerras y catástrofes. Nadie los leyó hasta mayo de 1983, cuando Stephen Emmel, que realizaba en Roma su trabajo de posgrado, recibió la llamada de un colega pidiéndole que viajara a Suiza para analizar unos documentos coptos que una misteriosa fuente había puesto en venta. En Ginebra, Emmel y otros dos expertos fueron conducidos hasta la habitación de un hotel donde se reunieron con otros dos hombres: un egipcio que no hablaba inglés y un griego que hacía de intérprete.

«Nos concedieron una media hora para estudiar el contenido de lo que resultaron ser tres cajas de zapatos, en cuyo interior había unos papiros en-vueltos en papel de periódico –recuerda Emmel–. No nos permitieron hacer fotografías ni tomar notas». El papiro estaba empezando a desintegrarse, por lo que no se atrevió a tocarlo con las manos. Arrodillado junto a la cama, levantó cautelosamente algunas hojas con unas pinzas y entrevió el nombre de Judas. Supuso erróneamente que sería una referencia a Judas Tadeo, otro de los apóstoles, pero aun así comprendió que estaba ante una obra totalmente inédita y de gran importancia.

Uno de los colegas de Emmel pasó al cuarto de baño para negociar un trato. Emmel no estaba autorizado a ofrecer más de 50.000 dólares (42.000 euros de hoy), pero los traficantes pedían 3 millones (2,5 millones de euros), ni un centavo menos. «Era impensable pagar tanto dinero», dice Emmel, hoy profesor en la Universidad de Münster, Alemania. Emmel recuerda con pesar el «hermoso» papiro y lamenta lo mucho que se ha deteriorado desde entonces. Mientras las dos partes de la negociación almorzaban, él se escabulló y anotó frenéticamente todo lo que pudo recordar. Ésa fue la última vez que un estudioso vio el documento en 17 años.

Según los actuales propietarios del Evangelio de Judas, el egipcio de aquel hotel de Ginebra era un comerciante de antigüedades de El Cairo llamado Hanna que había comprado el manuscrito a un traficante local, que a su vez se ganaba la vida localizando piezas de ese tipo. No se sabe exactamente cómo ni dónde encontró la colección el traficante. Ahora está muerto, y sus familiares del distrito de Maghagha, a 150 kilómetros al sur de El Cairo, son extrañamente reticentes a revelar el sitio del hallazgo.

Poco después de que Hanna adquiriera el manuscrito y antes de poder sacarlo del país, toda su mercancía fue objeto de un robo. Según la versión de Hanna, los objetos robados fueron sacados ilegalmente del país y acabaron en manos de otro anticuario. Posteriormente, Hanna logró recuperar parte del botín, incluido el evangelio.

En el pasado, pocos se habrían preguntado cómo salió de su país de origen una valiosa antigüedad. Pero hoy, los países ricos en patrimonio tienen una actitud más proteccionista: prohíben la propiedad privada de piezas antiguas y controlan rigurosamente su exportación. Los compradores respetables, como son los museos, intentan asegurarse de que la procedencia de una pieza sea legítima, estableciendo que no ha sido robada ni exportada ilegalmente.

A principios de los años ochenta, cuando se produjo el robo de la colección de Hanna, ya era ilegal en Egipto poseer antigüedades sin registrar o exportarlas sin permiso oficial. No están claros los efectos de esas leyes sobre el códice, como tampoco lo está su procedencia.

Aun así, Hanna estaba decidido a sacarle el mayor beneficio posible. Los expertos en Ginebra le confirmaron que era valioso, de modo que el comerciante viajó a Nueva York en busca de un comprador con dinero de verdad. La incursión no dio los frutos esperados, por lo que el egipcio regresó a El Cairo. Pero antes de partir de Nueva York alquiló una caja de caudales en una sucursal del Citibank en Hicksville, Long Island, donde depositó el códice y otros papiros antiguos. Allí permanecieron, intactos y enmoheciendo, mientras Hanna hacía varias tentativas de venta. El precio siempre era demasiado alto.

Finalmente, en abril de 2000, cerró un trato. La compradora fue Frieda Nussberger-Tchacos, una griega nacida en Egipto que triunfó en el negocio de antigüedades tras cursar estudios de egiptología en París. Ella no está dispuesta a revelar lo que pagó, pero admite que la rumoreada cifra de 300.000 dólares (250.000 euros de hoy) «no es la correcta, pero se le acerca». Pensando que la Biblioteca Beinecke de Libros Raros y Manuscritos de la Universidad de Yale podía estar interesada, dejó su mercancía en manos de uno de los expertos de la biblioteca, el profesor Robert Babcock.
Al cabo de unos días, cuando salía de Manhattan para coger un avión de regreso a su casa de Zurich, el profesor la llamó al móvil. Sus noticias eran explosivas, pero lo que mejor recuerda Frieda Tchacos es su exaltación: «Me decía: “Es un material increíble; creo que se trata del Evangelio de Judas Iscariote”, pero yo sólo oía la emoción que vibraba en su voz». Únicamente más tarde, durante las largas horas de vuelo a través del Atlántico, Tchacos comenzó a asimilar que verdaderamente era la propietaria del legendario Evangelio de Judas.

Los griegos creen en el destino, o moira, y durante los meses siguientes Frieda Tchacos comenzó a sentir que su moira se había entrelazado de un modo fatídico con Judas, «como una maldición». La Biblioteca Beinecke retuvo el documento durante cinco meses, pero al final declinó comprarlo, pese al entusiasmo del profesor Babcock, sobre todo por abrigar dudas acerca de su procedencia. Así pues, Tchacos renunció a Yale y a otras prestigiosas universidades y decidió poner rumbo a Akron, Ohio, para entrevistarse con Bruce Ferrini, un ex cantante de ópera dedicado a la venta de manuscritos antiguos.

Si el rechazo de Yale había sido descorazonador para la anticuaria, el viaje a Akron resultó ser una auténtica pesadilla. «Mi vuelo desde el aeropuerto Kennedy fue cancelado y tuve que viajar desde LaGuardia en una avioneta. Tenía el material cuidadosamente guardado en cajas negras, pero no me dejaron subirlo conmigo a la cabina». Judas viajó a Ohio en la bodega. A cambio del manuscrito de Judas y otros documentos, Ferrini entregó a Tchacos un contrato de compraventa con una de sus empresas llamada Nemo, y dos cheques posdatados de 1,25 millones de dólares (un millón de euros) cada uno.

Ferrini no ha respondido a las numerosas llamadas telefónicas realizadas por National Geographic para conocer su versión de los hechos, pero algunas personas que vieron el manuscrito de Judas cuando estaba en su poder aseguran que cambió el orden de las páginas. «Quería que pareciera más completo», señala el experto en copto Gregor Wurst, que está ayudando a restaurarlo. Se estaban desprendiendo más fragmentos.

Tchacos empezó a dudar del trato a los pocos días de volver a casa. Su recelo aumentó cuando un amigo llamado Mario Roberty le recordó que nemo significa en latín «nadie».

Roberty, un ingenioso abogado suizo, conoce el mundo de los anticuarios y dirige una fundación dedicada al arte antiguo. Según dice, quedó «fascinado» por la historia de Tchacos y se ofreció gustoso a ayudarla a recuperar el manuscrito de Judas.

Los sustanciosos talones de Ferrini vencían a comienzos de 2001. Para presionarlo a devolver el códice, Roberty se alió con un crack del sector de las antigüedades, un ex marchante llamado Michel van Rijn que dirige desde Londres un influyente portal web desde el cual fustiga sin compasión a sus numerosos enemigos en el mundo de los anticuarios. Informado por Roberty, Van Rijn reveló la noticia de la existencia del evangelio y añadió que se encontraba «en las garras del comerciante de manuscritos Bruce P. Ferrini», quien estaba atravesando «graves problemas financieros». Después, con absoluta crudeza, advertía a los posibles compradores: «Si lo compran, si lo tocan... ¡se las verán con la justicia!».

Recuperación del códice de Judas
Para Roberty, reclutar a Van Rijn «fue decisivo». En febrero de 2001, Tchacos recuperó el códice de Judas y lo llevó a Suiza, donde cinco meses más tarde se reunió con Kasser.

En ese momento, declara Tchacos, Judas pasó de ser una maldición a una bendición. Mientras Kasser comenzaba a descifrar laboriosamente el significado de los fragmentos del códice, Roberty ideó una ingeniosa solución al problema de la procedencia: vender los derechos de difusión y traducción del material, prometiendo a la vez el retorno del documento original a Egipto. La fundación de Roberty, que actualmente controla el manuscrito, ha firmado un acuerdo con National Geographic Society.

Liberada de las preocupaciones de marketing, Tchacos ha empezado a hablar un poco como los místicos. «Todo está predestinado –murmura–. Yo estaba predestinada por Judas a rehabilitar su nombre».

A orillas del lago Ginebra, en la planta de arriba de un edificio anónimo, un especialista deposita con sumo esmero un diminuto fragmento del papiro en el lugar que le corresponde, y parte de una antigua frase se recupera.

Judas, renacido, está a punto de salir a la luz.

martes, 27 de diciembre de 2016

ABC:Egipto recupera 340 piezas de la época ptolemaica


Egipto ha recuperado una colección de 340 piezas de la época ptolemaica (siglo III a.C.), que habían sido sacadas ilegalmente del país y llevadas a Jordania para su venta, informó el Ministerio de Antigüedades en un comunicado. Las piezas incluyen una colección de monedas ptolemaicas, así como estatuillas de piedra caliza y una cabeza de alabastro de Alejandro Magno, el cual conquistó Egipto en el año 332 a.C.

La nota del departamento detalla que las piezas fueron encontradas a finales de 2015 en un contenedor de mercancías, escondidas en medio de un cargamento de carbón, que viajaba del puerto egipcio de Nuweiba al de Aqaba, en la costa jordana del mar Rojo.

La Policía jordana descubrió las piezas arqueológicas transportadas ilegalmente y se las entregó al Ministerio de Antigüedades del país para que fueran devueltas al Gobierno egipcio.

Egipto y Jordania firmaron en 2015 un convenio para combatir el tráfico ilegal de piezas de arte y arqueológicas, y para conservar el patrimonio cultural de los dos países. El Cairo está intentando recuperar las miles de piezas que fueron sacadas del país durante y después de la revolución de 2011, en el marco de la cual varios museos fueron asaltados y saqueados, y la inestabilidad que siguió a la revuelta propició el tráfico de estos objetos valiosos.

lunes, 26 de diciembre de 2016

National Geographic:Un muro descubierto en Qubbet el-Hawa podría revelar nuevas tumbas faraónicas


Un nuevo hallazgo en Egipto, esta vez en Qubbet el-Hawa y, en esta ocasión, no ha sido realizado por la célebre misión española de la Universidad de Jaén. Los arqueólogos de la Universidad de Birmingham, dirigidos por Martin Bommas, han excavado un muro imponente o, mejor dicho, una parte de un muro... que se extiende bajo la arena de color marrón dorado y que podría ser el presagio de un hallazgo importante. La Universidad de Birmingham explica hoy en un comunicado que "podría ser una prueba convincente de nuevas tumbas faraónicas en Qubbet el-Hawa, en Asuán". Carl Graves, integrante del proyecto, dice que "los hallazgos están alterando drásticamente nuestro conocimiento sobre el paisaje funerario de esta zona durante el Reino Antiguo y el Primer Período Intermedio, entre el 2278 y el 2184 a.C. No creo que nadie sepa todavía a quién pertenecieron estas tumbas".

¿Por qué se sospecha que el muro, de dos metros de altura, podría estar relacionado con una o varias tumbas faraónicas? Los arqueólogos creen que el muro podría ser el soporte arquitectónico de unas tumbas, ya conocidas, situadas en la terraza superior de la colina, entre ellas la de Harkhuf, descubierta hace más de cien años por Ernesto Schiaparelli, y la de Heqaib, nomarca de la sexta dinastía. Ambos fueron gobernadores de la isla Elefantina durante el Imperio Antiguo de Egipto. El muro de contención sirvió para estabilizar la ladera de la colina y supuestamente una serie de tumbas inferiores, accesibles a través de una calzada que conducía a la segunda terraza. Algunos de los fragmentos de cerámica introducidos en el mortero son típicos del reinado de Pepy II, de la VI dinastía. Sólo es cuestión de tiempo que aparezcan nuevas tumbas en este importante cementerio de Qubbet el-Hawa.

sábado, 24 de diciembre de 2016

Antínoo, el amante del emperador Adriano


En el Museo Nacional Romano en el Palacio Altemps de Roma podemos visitar la exposición “Antínoo. Un retrato en dos partes”. Estará abierta hasta mediados del próximo mes de enero de 2017. La exposición gira alrededor de un retrato de Antínoo, que está dividido en dos fragmentos, el rostro y el busto. El primero del siglo II d.C. es propiedad del Instituto de Arte de Chicago, mientras que el busto, también del mismo siglo, es del Museo Nacional Romano. En el año 2005, el egiptólogo Raymond Johnson planteó la posibilidad de que ambos fragmentos pertenecieran a la misma escultura, teniendo en cuenta que el fragmento del rostro, que carece de nariz, sería original, así como el busto, pero no lo sería el resto del rostro porque es un añadido de época moderna, algo que ya intuyó Winckelmann en 1756. Los análisis del mármol confirman la hipótesis del egiptólogo.

La exposición se completa con un modelo de yeso de la escultura total y realizado en época romana. Pero todavía quedan algunos interrogantes sobre las causas de la pérdida del rostro original y de las razones por las que se hizo uno nuevo en el siglo XVIII.

Sin lugar a dudas, la exposición fomentará aún más la fascinación que sentimos por Antínoo y por su historia al lado del emperador Adriano, rendido ante la belleza del joven, por su trágica muerte en el Nilo, y por cómo fue elevado a divinidad por su amante.

Antínoo ocupa un lugar propio en la Historia del Arte, especialmente desde el Renacimiento, y hoy se ha convertido casi en un icono, especialmente por el universo gay por su belleza y por su historia, sin olvidar su tratamiento por la literatura (Pessoa, Wilde, las Memorias de Adriano de Yourcenar, etc..). Pero, ¿qué sabemos de Antínoo? Intentemos dar algunas claves sobre el personaje, aunque no existen muchos datos, ya que vivió muy poco, pero, sobre todo, porque muchas de las referencias proceden de historiadores muy posteriores, además de las leyendas que ha generado. Por último, tenemos que tener en cuenta que su relación con Adriano no podía más que producir escándalo y rechazo en la tradición cristiana, contribuyendo al desconocimiento y tergiversación del personaje.

Pues bien, Antínoo nació en Bitinia-Claudiópolis en la Bitinia (Asia Menor) entre el 110 y el 115. En uno de los muchos viajes que emprendió Adriano conoció al adolescente y, sin lugar a dudas, quedó fascinado por su belleza. Sería Páncrates de Alejandría, un poeta contemporáneo de Adriano el primero que nos hablaría de la relación entre ambos personajes. Al parecer, el emperador mató un león con una jabalina antes de que atacase al joven en el desierto de Libia. La sangre del león en la arena provocaría el nacimiento de la flor de Antínoo, la flor de loto rojo. Este es un claro ejemplo, en este caso favorable, de cómo la leyenda acompañó su relación. La historia embellece su vinculación y, para ello, parece como si entroncase con las metamorfosis narradas en su día por Ovidio porque nos recuerda al mito de Jacinto.

La muerte de Antínoo ha generado muchas teorías. Se sabe que murió en el Nilo el 30 de octubre del 130, aproximadamente, cerca de Besa en el Egipto medio. Al parecer, se ahogó estando presente en el terrible trance el propio emperador. En principio, fue un accidente. Pero hay otra versión que alude a que fue un sacrificio de Antínoo para asegurar al emperador una larga vida, ya que el joven había conocido por un astrólogo que su suicidio aumentaría la existencia de Adriano. Existe una tercera teoría. Aparece en la Historia Augusta, una recopilación de la Antigüedad tardía que recoge biografías imperiales. En ella se relata que el supuesto suicidio se había producido porque Antínoo quería escapar de las proposiciones sexuales de Adriano, pero es un texto muy posterior y puede que tenga que ver con los prejuicios sobre la homosexualidad. Por fin, puede apuntarse una última teoría, y que vincularía la muerte a una posible intriga palaciega en la que podría haber estado involucrada la emperatriz, pero todo son conjeturas.

Adriano tomó la decisión de divinizar a Antínoo. En el lugar donde murió levantó la ciudad de Antinoópolis, que recibió todo tipo de privilegios.

viernes, 23 de diciembre de 2016

El País:José Miguel Parra: «Puede haber alguna pirámide aún por descubrir en Egipto»


Ni todo está dicho sobre el Antiguo Egipto, ni todo lo que se dice tiene fundamento. Basta buscar en Google información sobre las pirámides para toparse con insólitas teorías sobre cómo fueron construidas. El doctor en Historia Antigua con una tesis sobre las pirámides egipcias José Miguel Parrase ha encontrado con todo tipo de casos. «Hace unos meses me saltó un anuncio en el correo de que alguien me había puesto un "loquefuera" en Facebook y me mencionaba. Me acerqué. Estaban hablando de pirámides», relata el egiptólogo español, que se detuvo a explicar cómo «en 2013 se descubrieron unos papiros con el diario del jefe de un grupo de trabajadores de la Gran Pirámide llamado Merer donde cuenta qué es lo que hizo durante tres meses». Creía que el relato en primera persona de este capataz al mando de unos 200 hombres, aderezado con enlaces a artículos científicos donde su interlocutor podía comprobar sus palabras, disiparía las dudas. Ni aún así. «Ah, no. Esto no ha salido en los telediarios, así que es mentira», le respondió.

«Resulta más divertido pensar que hay un misterio en cómo se construyeron, pero hay 110 pirámides en Egipto y todas son diferentes. Las más grandes son las de Guiza, pero tenemos pirámides del Reino Medio que están construidas con ladrillos. Eso no tiene ningún misterio», señala Parra.

¿Desmontar esos falsos enigmas es lo que le ha llevado a escribir el libro «Eso no estaba en mi libro de Historia del Antiguo Egipto» (Almuzara, 2016)?

En parte, sí. Recuerdo que a mi padre le gustaban mucho los libros de Erich von Däniken, el de “los astronautas vinieron en la antigüedad”, y yo me los leía interesado. Como soy curioso, me puse a leer la otra parte que él llama "ortodoxa" entre comillas, como si fuera algo malo, y empecé a ver que lo que decía, eso de que las pirámides las construyeron los extraterrestres, no tenía ni pies ni cabeza. Otros han defendido que las pirámides contienen en sus dimensiones un calendario de eventos mundiales y yo qué sé, pero cuando alguien investiga, comprueba que es mentira. Hubo un señor llamado Charles Piazzi Smyth que midió la Gran Pirámide y dijo que estaba hecha con una unidad llamada la pulgada piramidal, pero otro, Flinders Petrie, se pasó dos años midiéndola y llegó a la conclusión de que no había dado una. Eso se sabe desde 1883 y aún así la gente sigue dándole vueltas. Es sorprendente.

¿Cuántas teorías existen sobre las pirámides?

Uff, ni me preguntes... Las pirámides han sido el edificio más alto del mundo hasta el siglo XIX. Los griegos pasaron a verlas, también los romanos… y siempre han suscitado preguntas. ¿Cómo construyeron algo así? ¿De verdad solo hay una habitación dentro? ¿Y todo esto para una pequeña habitación? Aún nos siguen fascinando. Cuando ves esa barbaridad de altura desde kilómetros de distancia, te sorprendes. Luego te pones a sus pies y pierdes la perspectiva. Parece una montaña. Es impresionante.

¿Esa fascinación que suscitan es lo que les ha salvado de la destrucción a lo largo de la Historia?

En realidad, hasta la Edad Media estaban mejor conservadas. Lo que pasa es que en la Edad Media hubo un terremoto que acabó con la capital y entonces se construyó lo que ahora es El Cairo viejo. Muchos de sus palacios se levantaron con piedras de las pirámides, con las del revestimiento, la piedra más blanca y más llamativa.

¿Cómo eran originalmente?

Tenemos una pequeña idea de cómo eran por el tercio superior de la pirámide de Kefrén, que tiene ese capuchón que todavía mantiene. Y la pirámide romboidal que está en Dashur, al sur de Guiza, que todavía conserva mucho revestimiento.

¿La forma piramidal tenía algún simbolismo?

Retrocedamos en el tiempo. Hasta los años 60, Egipto quedaba inundado una vez al año. Cuando esas aguas comenzaban a retirarse, lo primero que sobresalían eran esas colinas donde empezaba a surgir la vegetación, venían los pájaros… Los egipcios consideraron que el montículo era un símbolo de renacimiento, de vida, que desde allí todo nacía. Al mismo tiempo, cuando empezaron a enterrar a sus muertos, al cubrir el cuerpo con la arena, siempre queda un montículo. A ello se sumaba que las tumbas fueron objeto de robo desde antiguo, porque al muerto se le enterraba con un pequeño ajuar: con un vaso o un peine de marfil, alguna figurilla, o alguna ofrenda. Si había pasado algún tiempo, se encontraban con que el cuerpo estaba momificado. Parecía estar vivo. Los antiguos egipcios juntaron esos dos simbolismos en las pirámides. Porque esa es una costumbre de los antiguos egipcios, que nunca se deshacían de lo que les había valido ideológicamente.

Primero hicieron las mastabas, como una colina. En un momento dado, Zoser quiso que la suya fuera más grande y ordenó construir la primera pirámide escalonada. La tumba se convirtió en una colina para subir al firmamento, porque el rey tenía que reunirse en el más allá con los dioses, que eran las estrellas circumpolares, las que nunca desaparecen del firmamento. El jeroglífico que significa ascender tiene la forma de una pirámide escalonada. Y cuando en la IV dinastía la religión pasó de ser estelar a solar (el dios Ra), se pusieron las paredes lisas porque la pirámide se convirtió en una especie de rayo de sol petrificado.

Además la forma de pirámide es lo más sencillo de construir mecánicamente en altura sin que se te caiga encima. Por eso es una forma tan común en muchas culturas. Esa es la relación, nada de que cruzaron el océano para ir a México y cosas de esas extrañas que dice la gente.

En tu libro explicas que no fueron construidas por esclavos.

No eran esclavos. Esta idea puede tener más explicación porque al pensar en el mundo antiguo, nos viene a la cabeza el mundo antiguo griego o romano, que eran sociedades esclavistas. Cuando Heródoto llega a Egipto y ve las pirámides, no puede imaginar otro modo de hacerlas que no fuera con esclavos. No se le ocurre que cuando se construyeron las pirámides éstas eran una necesidad vital desde el punto de vista ideológico, y también económico porque puso en marcha circuitos económicos que una vez en marcha se mantenían a través de construir más pirámides. Ideológicamente era muy importante porque en el Reino Antiguo, que es cuando se construyeron las grandes pirámides de Guiza, solo el faraón llegaba al más allá y con él, sus súbditos conseguían revivir en el más allá también. Por eso todo el mundo tenía interés en que el faraón tuviera su pirámide.

Sabemos que los trabajadores de las pirámides no eran esclavos, porque tenían suplementos de proteína animal, algo que no era lo normal entonces. Los antiguos egipcios tenían una dieta sobre todo vegetal, comían muy poca carne (solo la nobleza y la familia real) y estaban siempre en el borde de la inanición. Sabemos que había centros de producción en el delta que se dedicaban a abastecer de carne a los trabajadores. Se han encontrado restos de cordero, de buey… Era un buen trabajo construir las pirámides, aunque duro, difícil y peligroso. Hay un cementerio en Guiza con unas 600 tumbas de trabajadores y al examinar sus restos nos encontramos que tienen las deformaciones en los huesos propias de gente que trabaja trasladando grandes pesos, con la columna machacada, con roturas en los antebrazos y los brazos, pero sabemos que estaban bien tratados porque esas roturas están bien alineadas. Había gente que sabía de medicina que les entablilló bien las roturas.

¿Qué opinas de las anomalías de la pirámide de Keops detectadas por el proyecto Scan Pyramids, que dicen que podrían ser cavidades?

No es la primera vez que se estudia con muones. Luis Álvarez, premio Nobel de Física, hizo exactamente eso. Él escaneó el 20% de la pirámide de Kefrén y no descubrió ningún hueco. Ese mismo sistema se está empleando ahora en la Gran Pirámide y dicen que les ha dado positivo en una zona donde unos arquitectos franceses ya sospechaban que, desde el punto de vista arquitectónico, podía haber alguna cavidad. Utilizando un escaner como en la cámara de Tutankamon, los japoneses de la universidad de Waseda descubrieron, teóricamente, un corredor de 30 metros de lado que va paralelo al corredor de acceso a la cámara de la reina y eso es muy interesante. Los franceses a los que les dejaron hacer un pequeño agujero para introducir un endoscopio, encontraron debajo una cámara pequeñita. ¿Por qué hicieron esta segunda capa de habitaciones? La pirámide romboidal, que fue construida por Snefru, el padre de Keops, tiene dos entradas y dos cámaras independientes. No tiene nada de raro que Keops que era su hijo copiara el sistema. Sería esa dualidad, que puede ser ideológica, para referirse al norte y al sur de Egipto. No se ha dado aún con el acceso. Ojalá lo encontremos. Estoy deseando que tengan razón.

Como también estarás deseando que exista una cámara oculta en la tumba de Tutankamón como sostiene Reeves.

Puede ser tan divertido… El estudio teórico de Reeves es muy sólido. La forma más sencilla de comprobarlo es hacer un pequeño agujero en la cámara del tesoro, que no tiene ninguna decoración y que se supone que daría al hueco, pero es un monumento tan emblemático que no se quiere alterar. Si resulta que existe una cámara interior y está decorada, se podría dañar la pintura. Pero el agujero sería de apenas un centímetro de diámetro, sería casualidad que rompiera una zona valiosa. Creo que van a retomar ahora los estudios o dentro de unos meses.

¿Quién crees que podría estar allí sepultado? ¿Nefertiti? ¿Meritaton?

Eso no se puede saber. Teóricamente sí, podría ser Nefertiti, pero también otro. Puede ser una tumba terminada, o como la de Horemheb, a medio hacer. Ojalá esté intacta. Y puestos a soñar, me encantaría que el señor o señora que estuviera allí enterrado fuera un amante de la literatura y se hubiera llevado su arcón-biblioteca allí y de repente aparecieran allí cien textos nuevos de literatura egipcia. Eso sería magnífico.

¿Más aún que la propia momia?

La momia estaría muy bien, pero momias tenemos muchas. Si está intacta, sería muy interesante porque tendríamos otro de ese periodo, pero no sería el único.

¿Qué otros enigmas quedan aún por resolver?

Nos falta por saber cuáles son todos los faraones egipcios y cuánto reinaron. Los egipcios consideraban que cada vez que con cada faraón empezaba un ciclo de nuevo, así que no tienen un punto fijo. Se ha encontrado recientemente una fecha en unos papiros hallados en el Mar Rojo que ha alargado el reinado de Keops cuatro años. Es un ejemplo, pero hay muchísimos. En el año 1952 se encontró una pirámide, la de Sejemjet, al lado de la de Zoser, y no se sabía que este faraón había existido.

Para ponernos los dientes largos, a mediados del s.XIX se descubrió un papiro, el canon de Turín, que es una de esas listas que tenían en los archivos los egipcios con una lista de los faraones y sus años de reinado. Ese papiro se encontró casi intacto, en muy buen estado, pero lo envolvieron tan mal que en el traslado se convirtió casi en una papilla. Hay una lista muy completa, pero faltan muchos datos. De vez en cuando alguien logra encajar las fibras, ordena los pedacitos y hace una pequeña lectura que aporta algún dato. Conocer todos los faraones de Egipto sería uno de los descubrimientos top ten.

También puede haber alguna pirámide aún por descubrir. Unos franceses estudiaron en los años 90 una tapa de un sarcófago, que había sido reutilizada de una lista de reyes del Imperio Antiguo y descubrieron a otro faraón del que no se sabía nada hasta entonces. Y no se sabe cuánto tiempo reinó, si llegó a construirse una pirámide...

Pero una pirámide se vería...

Después de 5.000 años, la arena cubre todo muy rápido. Si es grande, evidentemente sí, pero pueden quedar muy ocultas y si no la llegó a construir del todo, o la convirtió en una mastaba, como Neferefre, ésa se cubre con facilidad. Y como eso, muchas cosas faltan por descubrir.

¿Es cierto que apenas se ha descubierto un 30%?

Sí, esa es una cifra que repetimos, pero no podemos calcular. Si el primer faraón empezó a reinar hacia el 3.100 a.C. y el último en el 332, cuando Alejandro Magno conquistó Egipto, hay 3.000 años de historia en los que muchísimas cosas que han quedado ocultas. Ahora nos estamos dando cuenta de que el desierto estaba mucho más transitado de lo que podíamos pensar y más allá de los márgenes del Valle del Nilo se están realizando muchos hallazgos interesantes, como los papiros del Mar Rojo, esa zona minera del desierto líbico... Se están excavando los oasis y se está avanzando mucho aunque quedan muchos sitios por excavar, y ahora lo hacemos mucho más lento, entre multitud de especialidades, y con más seguridad. La arqueología es una ciencia destructiva. Aunque tengas el máximo cuidado, lo que excavas lo destruyes, así que se intenta que esa destrucción sea la menor posible y que toda esa información quede recogida.

Tu libro arranca precisamente con una prosaica descripción de cómo es una excavación real. ¿Es una manera de desmitificar la profesión, donde uno no se siente cada día Indiana Jones?

Lo escribí para la gente que me pregunta cómo es excavar. Por eso he querido mostrar cómo son seis días en una excavación. La realidad cotidiana es mucho trabajo. Tuve una parte de Indiana Jones que fue maravillosa, cuando se descubrió la cámara pintada de Djebuti. Me tocó fotografiar el momento junto con José Manuel Galán. Nos metimos por un pozo de 8 metros y medio, por una gatera, y de repente nos encontramos con una habitación llena de arena y piedras. Me arrastré entre los escombros con la cámara, descubriendo algo maravilloso, y es genial. Haces de verdad de Indiana Jones. Te asomas, está oscuro, metes la linterna y ves que está todo pintado… También descubrimos una tumba pequeña que daba acceso a una especie de catacumba. Entramos varios para documentarlo y cuando nos dimos cuenta llevábamos ocho horas en las que no habíamos salido para nada, tan alucinados que estábamos. Pero eso pasa el 1% de las veces.

No teníais miedo de resultar alcanzados por ninguna antigua maldición...

No, qué va, qué va... Sí hay maldiciones, pero no como la supuesta maldición de Tutankamón. Las tumbas egipcias están hechas para ser vistas. El muerto no está allí, sino por debajo, en un pozo. Hay relieves y textos, sobre todo en la cámara funeraria. Como los egipcios creían que todo lo que se leía cobraba vida, cuando leían la lista de ofrendas, pensaban que se las daban al difunto. Al mismo tiempo se sabe que las tumbas se robaban. De ahí que también haya llamadas de advertencia a los que pasan, pero no es una maldición en plan "dentro de 4.000 años vendrán a esta tumba y morirán en horribles sufrimientos". Es ridículo. Hace no muchos años un epidemiólogo, M.R. Nelson, estudió los fallecidos por la supuesta maldición de Tutankamón como si fueran una epidemia. Hubo 44 personas que participaron en el descubrimiento de la tumba, la apertura y el desvendado de la momia. Según los libros de los propagadores de la supuesta maldición, 25 de ellos murieron. La edad media a la que fallecieron era de 70 años y su muerte tuvo lugar una media de 28,9 años después del descubrimiento. Ni Howard Carter ni lady Evelyn, la hija de Lord Carnarvon, que participó en todos los pasos, fueron alcanzados por esta supuesta maldición. Esta última murió octogenaria en 1980. Y si investigas las muertes, no fallecieron como se cuenta. Cuando lo estudias, todo se derrumba como si fuera un azucarillo.

¿Y qué hay de la noche que dicen que pasó Napoleón en la Gran Pirámide?

¡Qué noche! Estuvo un rato. Creo que efectivamente les pidió a los soldados que le dejaran un momento solo. La leyenda dice que cuando salió le preguntaron: "general, ¿qué habéis visto?" y él respondió que si se lo contaba, no se lo iban a creer. Napoleón se quiso hacer el interesante. Además, mientras el Estado Mayor trepaba hasta la cima de la Gran Pirámide, él se quedó abajo y se entretuvo calculando que con esas piedras se podía rodear la frontera de la Francia revolucionaria con un muro de más de 3 m de altura y 30 cm de anchura.

Llaman la atención en el libro los apartados dedicados a la vida cotidiana en el Antiguo Egipto y, sobre todo, a sus costumbres sexuales.

No es que los egipcios fueran muy dados a representar el ejercicio físico del sexo de forma explícita, al contrario de los romanos o los griegos, pero hay textos en las tumbas, donde no hay ninguna representación sexual, pensados para generar tensión sexual que permita que se engendre de nuevo al difunto y renazca en el más allá. Eso lo encontramos en escenas tan conocidas como ese señor que está en un barquito arponeando. Lanzar el arpón tiene la misma estructura triconsonántica que el verbo engendrar. Es muy divertido. En otros casos, los dibujantes cogían un trozo de piedra o una lasca de cerámica y dibujaban algo que les apetecía. Ahí es donde nos encontramos algunos bocetos pornográficos.

¿Es verdad que Ramsés II tuvo 100 hijos?

Sí, y lo sabemos porque los egipcios lo escriben todo. Ramsés venía de una familia en la que su padre y su abuelo solo habían tenido un hijo o dos. Teniendo en cuenta la facilidad con que se moría en el mundo antiguo, convenía que se tuvieran muchos. Por eso antes incluso de que se convirtiera en faraón, su padre le puso un harén. (Los harenes egipcios no eran como los otomanos. Era una parte administrativa dedicada al sostén de los hijos y las esposas del faraón, explica). Se calcula que aproximadamente tuvo unos 50 hijos y unas 50 hijas con muchas esposas. Y llegó hasta los 95 años. Tenía el pelo pelirrojo (un color relacionado con el poderoso Seth, el dios teóforo de su padre, el faraón Seti) y era un señor alto para la época, de unos 1,75 metros de altura, unos diez centímetros por encima de la media. Debía de tener un aspecto bastante gallardo. Vivió muchos años, pero estoy seguro de que hubiera querido morirse antes. Su momia nos dice que no podía andar por una terrible artritis anquilosante en la cadera, que tenía arteriosclerosis, que tenía los dientes destrozados, abscesos tremendos, le debía de doler todo, pero era gente resistente. Pepi II también reinó muchísimos años.

¿Fue Sinuhé un espía?

Esa es una teoría que no es mía, pero que puede ser una posibilidad. La gente conocé a Sinuhé por el libro de Mika Waltari, pero Sinuhé es un personaje muy curioso en el cuento egipcio original. Era un alto funcionario del harén y estaba de campaña junto al hijo del faraón en el desierto luchando contra los libios cuando escucha una conspiración en el harén por la que se entera que han matado al faraón y ve salir disparado a su hijo (El que organizaba el funeral se convertía de facto en su sucesor, de ahí la importancia que tenía para el hijo estar allí). Entonces Sinuhé piensa que o bien le cortan la cabeza por haber participado, o por no habere enterado siendo uno de los jefes del harén. Por eso huye a la costa de Siria-Palestina, al reino de Retenu, y se asienta en un lugar de paso de las caravanas donde él mismo cuenta de que era informado por todos los que por allí pasaban.

Y sobre Akenatón, ¿fue tan trascendental su revolución en la época?

Consiguió que la nobleza y la corte le siguieran en su monoteísmo, pero no la gente del pueblo, que siguió llevando sus amuletos de toda la vida. Mandó borrar el nombre de Amón allá donde estuviera, pero no el del resto de los dioses, así que es cierto que fue revolucionario, pero no tanto como llegamos a pensar en un principio. Son cosas que vamos descubriendo poco a poco a través de nuevos hallazgos. De repente aparece un texto, como el Papiro del Mar Rojo... Estamos de uñas deseando que el que lo ha descubierto publique el resto del estudio. Sus conclusiones van a ser muy interesantes. Estamos expectantes.

¿Sería ahora mismo la investigación más esperada?

Para mí, sí. Es lo más parecido que tenemos a una fotografía de cómo se construyeron las pirámides de la época de Keops. Es un capataz que se encargaba de un equipo de unas 200 personas y de su recuento dependía que los demás cobraran su sueldo.

jueves, 22 de diciembre de 2016

El País:El tesoro de Tomares ya está a la vista


La media tonelada de monedas romanas que se hallaron por casualidad en el municipio sevillano de Tomares ya está expuesta al público. La muestra, uno de los mayores conjuntos numismáticos del mundo, podrá verse hasta el 10 de septiembre. El hallazgo se produjo el 27 de abril de 2016, cuando unos operarios que trabajaban en el parque Olivar del Zaudín de dicho municipio, descubrieron por azar el tesoro: un conjunto de ánforas romanas repletas de monedas.

La exposición, inaugurada hoy por la viceconsejera andaluza de Cultura, Marta Alonso, en el Museo Arqueológico de Sevilla se titula Descubriendo el tesoro de Tomares, y en ella se narra el descubrimiento y el proyecto de investigación en curso. El tesoro está compuesto por 19 ánforas romanas que contienen más de 50.000 monedas; casi la mitad (22.470) es del siglo IV después de Cristo. Algunas se muestran ya limpias y restauradas y otras tal y como fueron halladas.

También se exhiben ánforas aún cerradas y que conservan en su interior vestigios arqueológicos por descubrir. Solo 10 de los recipientes han sido vaciados. El resto se ha sometido a técnicas como las usadas en medicina para documentar el contenido sin alterar el bien histórico tal y como fue hallado. Las vasijas han sido medidas, pesadas y documentadas científicamente en las primeras fases del proyecto de investigación, al que le quedan años por delante. Algunos de los contenedores arrojan diferencias de hasta dos kilos de peso.

Entre las monedas se encuentran algunas de las épocas de los emperadores Diocleciano, Maximiano, Galerio y Constancio Cloro, así como otras de cinco últimos emperadores de la tetrarquía: Licinio, Severo, Maximino, Magencio y Constantino.

La muestra también adelanta información sobre el origen del tesoro, su entorno, ubicación y las razones por las que estaba en esa zona de Sevilla, situada a unos seis kilómetros del centro de la capital y unos 10 de la principal villa romana: Itálica. Una de las hipótesis es que las monedas podrían formar parte del fondo para el pago a los soldados de la zona, pero esta investigación está aún en una fase incipiente.

El Museo Arqueológico de Sevilla continuará con las indagaciones en colaboración con universidades y otros centros andaluces para seguir arrojando luz sobre este hallazgo.

miércoles, 21 de diciembre de 2016

El Mundo:La nueva vida del templo del faraón guerrero


Dominado tal vez por la misma megalomanía que padecen los políticos de hoy, Tutmosis III -el faraón guerrero que amplió los dominios del Antiguo Egipto hasta limites jamás alcanzados- tampoco perdía ocasión de firmar las grandes obras que alumbró su mandato."Cuando el monarca decidió construir el templo se celebró la ceremonia del estiramiento de la cuerda. Se realizó por la noche y orientada por las estrellas. Estiraron una cuerda que sería simbólicamente el eje del templo y se señalaron cuatro lugares en los que, una vez excavados, fueron depositadas piezas que traerían suerte a la edificación", cuenta la egiptóloga española Myriam Seco a las puertas del templo funerario de Tutmosis III, plantado entre los campos fértiles regados por el Nilo y la pedregosa y agujereada colina de Qurna, en la orilla occidental de la actual Luxor. En su vasto perímetro, que se extiende a lo largo de 100 metros de ancho y 150 metros de largo, la misión que a las órdenes de Seco horada sus entrañas desde 2008 ha hallado las primeras piedras que depositó el rey durante tan singular y solemne ritual.

"Se solían colocar en las esquinas y es un pequeño tesoro. Hemos encontrado unos monolitos de granito, cuarcita y arenisca, los materiales usados en el templo. Los cuatro de mayores proporciones tienen el cartucho del soberano y la inscripción: 'Tutmosis III en su templo del oeste en el día del estiramiento de la cuerda", detalla la arqueóloga.

Valiosos hallazgos 

Es mediados de diciembre y la expedición apura sus últimos días. Las cuadrillas de obreros se desparraman aún por las ruinas del templo de Millones de Años (como se denomina a los templos funerarios del Imperio Nuevo) dedicado al apodado 'Napoleón egipcio' (1490/68-1436 a.C.). Las nueve campañas han ido desempolvando un recinto extraviado en mitad de la antigua Tebas faraónica. "Es un templo en ruinas que nos ha permitido acceder a una serie de informaciones muy valiosas como su cimentación", subraya la sevillana mientras observa al menguado ejército de trabajadores que, enfundado en "galabiyas" (túnicas), reconstruye la rampa del primer patio, mutilado hoy por el asfalto de la carretera que cruza a unos metros.

"Es la rampa que conducía a la tercera terraza del templo. Estaba construida de adobe y recubierta de losas de piedra", explica la directora de la misión antes de internarse en el laberinto.

Cuadrícula a cuadrícula la edificación va desvelando sus secretos. Al cruzar los muros de adobe -remontados sobre los originales-, la mirada se pierde en los ocho hoyos -cuatro a cada lado de la rampa- que carcomen el suelo del segundo patio. "Son ocho maceteros. Es un agujero de nueve metros de profundidad en la roca madre que llega hasta la capa freática. Los rellenaban de tierra fértil y estaban rodeados de adobe. No requerían riego", arguye Seco, capaz de imaginar la fronda perdida. "En uno de los huecos hallamos restos de raíces y hojas secas que corresponderían a una persea, el árbol sagrado de los egipcios".

A ras de suelo, el templo parece un universo cuasi inabarcable que cada otoño auscultan una treintena de expertos -la mayoría españoles- y 150 obreros en busca de los restos del naufragio. "Estamos reparando una deuda. Que el templo de una figura de tal trascendencia histórica no estuviese excavado era algo que no encajaba", replica el también egiptólogo y miembro del proyecto Javier Martínez Babón. "Tutmosis III es uno de los faraones más fascinantes y éste su templo de eternidad".

Martínez Babón habla del desagravio pendiente entre los muros de una estancia construida fuera del complejo y en presencia del último paciente rescatado de los enterramientos que se extienden bajo tierra. El recién llegado, socorrido hace tan solo unas semanas, es una momia cubierta de un espléndido cartonaje. "Es lo más bonito que he visto. La policromía es magnífica", confiesa feliz el especialista. Poco se sabe a ciencia cierta del difunto, un tal Amon Renef que portaba el título de "Sirviente de la Casa Real".

"Tenemos que investigar el título para tratar de precisar el cargo. Sería probablemente un funcionario de rango medio", avanza Martínez Babón. La primera radiografía del finado ha arrojado luz sobre su interior: "Las termitas han devorado los soportes de madera del cartonaje. Solo quedan las vendas que recubren la momia. Ni siquiera hay amuletos". A juicio del académico, el despliegue simbólico dibujado en el cartonaje disculpa el vacío que reina en su interior. "En realidad, lleva encima todo lo necesario para un exitoso tránsito hacia el mas allá. Están, para empezar, la protecciones invocando al sol como el escarabeo, que es el sol de la mañana, y el carnero, que representa al sol del atardecer". Residen, además, en su colorida piel las diosas protectoras Isis y Neftis con sus alas desplegadas; los cuatro hijos de Horus encargados de custodiar las vísceras del difunto o los halcones protectores. "Hay un detalle muy emotivo en su tumba. En la parte hundida del sarcófago hemos recuperado los restos de una guirnalda de flores y hojas secas que debía ser el postrero acto de cariño de alguien hacia el difunto. Es el toque sentimental", concluye.

De la odisea que arrancó a Amon Renef del subsuelo, más allá del muro perimetral sur, levantan acta sus protagonistas, las restauradoras Inmaculada Lozano e Inés García. "Fue una hazaña", corrobora Lozano. "La tumba -agrega- era muy angosta y nuestra mayor preocupación era que nos fallara el cuerpo y el cartonaje resultara dañado". Durante ocho días y en intervalos de diez minutos ambas prepararon el regreso a tierra del funcionario. "Lo primero fue retirar los fragmentos del sarcófago que, salvo cabeza y pies, había sido comido por las termitas. Luego lo limpiamos con una perilla de aire y lo cubrimos de gasas", apunta García. El auxilio definitivo resultó la misión más azarosa. "Parecía un rescate de alta montaña", evoca Lozano. Una vez fuera del nicho, el cartonaje recobró el hálito con una pasta a base de dióxido de silicio y adhesivo inyectada sobre las diminutas perforaciones realizadas por las termitas en su repliegue.

La sepultura de Amon Renef se suma a una larga retahíla de enterramientos localizados en un recinto y aledaños escudriñados fugazmente a finales del siglo XIX y principios del XX por los egiptólogos Daressy, Weigall y Ricke. "Cuando Tutmosis III levanta aquí su templo esto era ya una necrópolis. Hasta ahora hemos excavado 25 tumbas", recalca Seco apostada en la esquina noroeste. Sobre el muro se ha localizado un tumba de época tardía con tres estancias subterráneas con un centenar de momias hechas trizas y una bella colección de varias decenas de amuletos. "Las habitaciones fueron saqueadas y las momias quemadas y despedazadas. Lo que encontramos parecían escenas de una película de terror", comenta la "mudira" (directora, en árabe), a cargo de un intrincado plano en el que se superponen épocas y yacimientos.

"Los enterramientos ubicados debajo del templo son del final de la XII dinastía. Allí localizamos las tobilleras de plata y los brazaletes de oro que nos indican el elevado estatus de sus dueños. En el exterior del muro sur, la de Amon Renef es una de las tumbas del tercer período intermedio. Y en el lado opuesto, más allá del muro norte, nos hemos topado con un promontorio de tumbas más humildes de la dinastía XI.

De momento, solo hemos estudiado una parte de la colina en la que fueron enterradas varias mujeres con un reposacabezas, un espejo y tres mesas de ofrendas de cerámica".

Una sucesión de necrópolis que juntas se extienden a lo largo de más de 1.500 años de historia. En la superficie, entretanto, María Franco colecciona los objetos que rememoran el culto que albergó el páramo -excavado parcialmente en la montaña- en épocas de Tutmosis III, el "hereje" Ajenatón y Ramsés II. "Mi objetivo es precisamente explicar cómo funcionaba el templo, su día a día", esboza la joven, quien prepara su tesis en la universidad alemana de Tübingen centrada en este inventario. "Hay desde elementos piadosos como los exvotos de terracota que llevaría la gente hasta estelas a modo de vínculo del faraón con la divinidad y las piezas cotidianas como las rasuradoras que usarían los sacerdotes para afeitarse la cabeza, las sandalias e incluso las herramientas empleadas para arreglar y conservar el templo".

El sueño de un museo al aire libre 

De rescatar la memoria que guardan las ruinas también se ocupa Linda Chapon, a punto de concluir una tesis sobre la arenisca que una vez habitó las paredes del templo. "Hay documentados unos 6.400 fragmentos sin contar los de esta campaña. Algunos aportan mucha información y otros son un signo o una línea. Los más pequeños apenas tienen cinco centímetros y se hallaron extramuros entre los desechos de las excavaciones del siglo XIX y XX", precisa la historiadora, becada también por el proyecto. "A partir de la base de datos trato de reconstruir por ordenador lo que se puede. Calculo que he logrado entre el 15 y 20% de todo lo que había en los muros", añade.

Su ardua labor coincide con el sueño de Seco: transfigurar las tres terrazas en una muestra al aire libre. "De todo esto, que fue una vez un montículo de arena, queremos hacer un museo en el que el visitante pueda imaginar la planta y el significado de este templo, que fue además un lugar económico y administrativo", revela la directora de la expedición mientras deambula allende el muro norte. A unos metros, los últimos obreros cruzan una de las áreas ganadas al desierto.

"Este era el basurero del templo. En esta campaña hemos retirado entre dos y tres metros de cerámica rota. La gente venía con su jarra y, una vez realizada la ofrenda, la arrojaba en este lugar", señala el rostro de uno de los proyectos más veteranos de la egiptología española, financiado por el Banco Santander, la Fundación Botín, la compañía mexicana Cemex y la fundación sevillana Cajasol.

Una singladura que ha lavado la cara de una desconocida porción de la necrópolis tebana y que ya barrunta final de travesía. "Podríamos estar aquí 30 años pero un proyecto no puede ser eterno", opina Seco, quien calcula que se necesitarán tres años para echar el cierre definitivo a las excavaciones. "El proceso para musealizar el complejo -apostilla- nos llevará siete u ocho años más. Nos queda, además, mucho material por publicar". Fascinado por la hoja de servicios de "Tutmosis el Grande", Martínez Babón reconoce que las pesquisas reunidas en patios, peristilo, sala hipóstila y santuario han ayudado a "matizar" la biografía del general.

"Hemos ampliado su conocimiento con detalles como el hallazgo de evidencias de sus campañas asiáticas en su templo. Lo cierto es que no esperaba encontrar tanto y en tan buenas condiciones".