jueves, 29 de diciembre de 2016

El “saludo romano”


En Roma se estableció el conocido como “saludo romano”, extendiendo el brazo hacia delante, de manera recta, con la palma de la mano hacia abajo. El brazo se extendía de forma paralela al suelo o formando un ángulo no determinado hacia arriba. Aunque se denomine como romano no siempre se usó en la larga Historia romana, siendo más frecuente en tiempos del Imperio. Así podemos verlo en la Columna Trajana donde los legionarios saludan al emperador, y en muchas estatuas de emperadores, especialmente en las de Augusto, tan comunes por toda la geografía imperial, o en el retrato ecuestre de Marco Aurelio, por aludir a algunos ejemplos sobresalientes. Prueba de la variedad en las formas de este signo tendríamos un relieve del siglo II d.C. en Éfeso donde el saludo en los funerales de un militar se hace con la mano abierta hacia delante, pero hacia el suelo en un ángulo de cuarenta y cinco grados.  

El “saludo romano” se recuperó en la pintura neoclásica, a caballo entre los siglos XVIII y XIX, precisamente por la inspiración de este estilo en la Antigüedad clásica, reinterpretando el signo como propio de la ciudadanía en clara alternativa al sistema político de la Monarquía absoluta de súbditos. Jacques-Louis David, el principal de todos los pintores neoclásicos, nos ha dejado tres fundamentales ejemplos del empleo del “saludo romano”. El primer caso estaría en el cuadro del Juramento de los Horacios de 1784, donde los protagonistas, los Horacios, trillizos romanos, destinados a la guerra contra los Curiacios para intentar solventar la disputa entre Roma y Alba Longa, se juramentan ante su padre para demostrar su deber como romanos, a pesar de los lazos que les unían a sus contendientes a través de las esposas y hermanas. Aparecen con el brazo extendido y la palma hacia abajo, y simbolizan el deber cívico por encima de todo, incluido el vínculo familiar. En 1792, nuestro protagonista pinta el famoso Juramento del Juego de Pelota, donde los miembros del Tercer Estado se juramentan, empleando el saludo romano, manifestando el valor de la solidaridad frente al absolutismo y el obsoleto sistema de los Estados Generales. Por fin, ya en tiempos de Napoleón vuelve a aparecer el “saludo romano” en un tercer cuadro del pintor francés, el denominado La distribución de las Águilas, donde el emperador de los franceses entrega estandartes con figuras de águilas a los regimientos de la Grande Armée, cuyos miembros alzan el brazo, en señal de lealtad. En este caso no se trataba de glorificar deberes cívicos sino la obediencia al emperador. Los tiempos habían cambiado y la Revolución se había domesticado. 

La influencia de estas tres obras en el arte occidental decimonónico fue evidente, contribuyendo a convertir el “saludo romano” en señal de juramento, más que como saludo en sí. En este sentido, influyó en la propia vida política, ya que el clérigo Francis Belamy consiguió que las autoridades norteamericanas establecerían el “saludo romano” en el juramento de lealtad a la bandera en el año 1892. El brazo se extendía hacia el cielo con leve inclinación hacia delante, pasando a convertirse en el “saludo Belamy”. 

En el siglo XX el “saludo romano” reaparece en Europa al poco de terminar la Gran Guerra, cuando Gabriele D’Annunzio dirige al grupo armado de italianos en el asalto al Fiume, culmen del irredentismo italiano, y de los inicios del fascismo. El “saludo romano” comienza a adquirir un nuevo significado, con una peculiar reinterpretación del mismo al intentar vincular los nuevos tiempos con el Imperio Romano, expresión de orgullo nacionalista, y que culminaría con la adopción de dicho saludo por parte de Mussolini y el nuevo régimen que se instaura en Italia. El modelo pasaría a la Alemania de Hitler y a otros movimientos fascistas como la Falange española y luego a la primera época de la dictadura franquista, que lo elevó a saludo oficial hasta que la victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial provocó su arrinconamiento en el ámbito interno del denominado Movimiento Nacional por evidentes razones de supervivencia en el nuevo contexto internacional. Esta contaminación del “saludo romano” por parte de ideologías y movimientos totalitarios fascistas provocó que el gobierno de los Estados Unidos cambiase en 1942 el saludo en el juramento de lealtad a la bandera por el actual, consistente en llevarse la mano derecha al pecho.