domingo, 11 de febrero de 2018

Ánforas con destino a Roma


El aceite de oliva vive uno de sus mejores momentos de expansión y cada vez son más las toneladas que se exportan desde Córdoba y, por ende, desde toda Andalucía a distintas partes del mundo cada año. Pero aunque ahora parezca que esta situación es nueva y que el sector oleícola es el sustento de gran parte de la economía cordobesa a lo largo de los últimos años, lo cierto es que las exportaciones desde esta parte del mundo del conocido como oro líquido comenzaron en la época romana. Claro, que ahora llevar aceite de oliva desde Córdoba a cualquier país del planeta es relativamente más fácil que en siglo I. Es evidente que, desde entonces, las condiciones para ello han cambiado de manera sustancial, pero las exportaciones del producto se mantienen y traspasan, eso si, nuevas fronteras.

Si ahora las ventas a países extranjeros se hace en contenedores especializados y se cumplen toda una serie de requisitos, hace dos mil años el único método de transporte del aceite eran las ánforas de barro, que se elaboraban en los correspondientes alfares, y que se levantaban en zonas cercanas a pasos fluviales. Una de estas zonas de la península ibérica es el paso por las provincias de Sevilla y Córdoba de los ríos Guadalquivir y Genil, donde se estima que hace más de dos mil años ya había más de un centenar de estos alfares romanos. Bajo este conocimiento, un grupo de trabajo de las universidades de Córdoba, Sevilla y Montepellier (Francia) trabajan en la excavación de estos espacios de trabajo romanos, en los que se hacían las ánforas para transportar el aceite de la Bética hasta la capital del Imperio Romano, es decir, hasta Roma.

Hace apenas dos semanas, una docena de investigadores y estudiantes de Arqueología de las citadas universidades comenzaron a trabajar en la excavación de uno de estos alfares, que se encuentra ubicado en la aldea de El Mohíno (Palma del Río); los investigadores trabajan en un área de 400 metros cuadrados, en los que de manera previa se había hecho una prospección geomagnética, es decir, que más o menos conocían con cierta exactitud con qué podían encontrarse. Enrique García es profesor de Arqueología de la Universidad de Sevilla y participa en este proyecto de investigación y destaca la importancia de estos espacios, además de su hallazgo. Recuerda que en el Imperio Romano el aceite de oliva se entregaba de manera gratuita a los ciudadanos y, además, se enviaba a los soldados que se encontraban en la zona del Rin y el Danubio (Alemania); que era la mayor parte de la frontera septentrional del Imperio Romano. El Estado, explica a el Día, "va organizando este sistema de abastecimiento del aceite. Así empiezan a surgir las almazaras y también las alfarerías para hacer los envases". El profesor añade que desde el siglo I y hasta el III del Imperio Romano "es la gran época en la que todo el Valle del Guadalquivir se llena de alfarerías y fue un periodo muy importante". Subraya también que aunque los investigadores conocen gran parte de estos alfares localizados en Andalucía, el número de los excavados hasta la fecha no llega siquiera al 10% del total. "Los conocemos mal porque hay pocos excavados", asegura.

No obstante, este arqueólogo sí que conoce las características comunes de este tipo de espacios de la época romana. A la espera de poder llegar a excavar gran parte de ellos, todos presentan tres áreas comunes: la de fabricación, la del horno -que es la parte más grande- y la de almacenamiento, en la que también había un espacio reservado para las piezas que se desechaban. Otro de los rasgos comunes de estos alfares de época romana era que utilizaba "una técnica muy similar" para su construcción y el aprovechamiento de restos de piezas. A ello, según García, se suma otro aspecto que, a su juicio, "es lo más interesante", ya que se trata de que cada una de estas alfarerías tenían un sello con el nombre del propietario.

Pero, ¿qué hacían en Roma con todas las ánforas de aceite de oliva que llegaban desde la Bética? Pues, según el arqueólogo, se tiraban, ya que no se podían reutilizar. Tal cantidad de restos de estas piezas y durante tantos años hizo que apareciese la colina Testaccio, un promontorio artificial al que también echaban cal. Ahora, además, hay un equipo de la Universidad de Barcelona excavando en este espacio y en el que aparecerán, a buen seguro, piezas que en su día viajaron desde Córdoba.

El director de la excavación es Iván González, natural de Fuente Palmera, que es doctorando en la Universidad de Montpellier. Es más, su tema de doctorado se centra en la industria alfarera en la época romana en el Valle del Guadalquivir. También él destaca la importancia de la excavación en El Mohíno y asegura que este tipo de talleres "fueron de los primeros que se hicieron" en el Imperio Romano. Por ello, añade, el proyecto intenta "averiguar la evolución del conjunto industrial al completo con las excavaciones".

Además de las universidades citadas, en el proyecto arqueológico -que se prolongará hasta 2019- también participan las instituciones académicas de Ginebra (Suiza), las francesas Toulouse, Burdeos y La Rochelle y son alrededor de una veintena las personas implicadas en su desarrollo.